Acaso el Sol brillaba como pocas veces en los últimos años, un
cielo claro, una leve y agradable brisa recorría de punta a punta el
campo moviendo ligeramente cada una de las hojas de los árboles que
se entregaban sin pudor al movimiento involuntario que provocaba la
fuerza eólica. Todos salían, no era para menos, a disfrutar de tan
bello día.
El pequeño pájaro había nacido hace algunos días. Su nombre
era Dim --o Dimmy, como lo llamaba su madre--, y se sentía sumamente
atraído por las sensaciones que generaba su entorno. Eso lo motivaba
a salir de su nido, agitaba sus alas como si fuera a despegar
inmediatamente y recorriera así el mundo entero. Su madre, intentaba
contenerlo. Siempre le decía que las cosas tienen un tiempo para
llevarse acabo, y que el hecho de apurarse o atrasarse en hacerlo
podían estropearlo todo. Dim no entendía a su madre, no tenía
sentido esperar para hacer algo tan magnifico como volar.
Dimmy sin darse cuenta estaba siendo estimulado por su madre para
que adoptara el movimiento del aleteo de sus alas de manera natural.
Él lo veía como un juego pero era mucho más que eso, mientras que
su ansiedad por volar aumentaba a cada momento. Tenía absolutamente
prohibido intentarlo todavía, según su madre no estaba preparado
aún. Pero Dim estaba en desacuerdo y eso lo iba a llevar a cometer
un gran error.
La madre había salido a buscar alimento. Era el momento preciso
que Dim necesitaba para intentar volar, por primera vez, dejando de
lado los estúpidos ejercicios de entrenamiento. Se paro al borde del
nido; realmente nunca había prestado atención a lo alto que se
encontraba, o será que en situaciones limite el entorno parece
agrandarse más de lo debido. Extendió sus alas, y casi sin
pensarlo, se dejo caer. Recordó el entrenamiento, incluso tuvo
tiempo para pensar en que estaba en su naturaleza volar, nada podía
salir mal. Aleteó, tan fuerte y rápido como pudo. A medida que se
iba acercando al suelo, cada vez más rápido producto mismo de la
gravedad --la cual él desconocía, al menos de manera experimental--
iba aumentando su nerviosismo, ya que no notaba que estuviera
volando, de hecho sólo estaba cayendo.
El accidente estremeció a todos en el lugar. Cada animal se
acerco para ver al pobre pájaro inconsciente en el pasto. Ese
momento fue infinito, en el cual Dim parecía no respirar, siendo el
silencio y la desolación la única respuesta posible a tanto dolor.
La madre se acerco, casi sin fuerzas. Sintió una corriente de aire
helado recorrer todo su cuerpo, sus plumas ya no brillaban con el Sol
de media tarde, que en breves segundos iba a ocultarse tras unas
nubes que no tardaron en cubrir el lugar. No eran nubes de lluvia,
eran nubes de tristeza.
El tiempo paso, y Dim se recupero. Claro que llevo mucho tiempo,
él comprendió que estuvo al borde de la nada, la mismísima muerte.
También comprendió que su madre tenía razón, ahora lo veía. El
accidente no sólo le abrió los ojos, también le lastimo su ala
derecha. Ya había pasado más de un año de aquel hecho, y todavía
no podía asimilar el costo de su error: nunca iba a poder volar.
La depresión formo parte de la vida de Dim, ya no era curioso
como antes, ya no percibía las sensaciones que su entorno le podía
brindar, todo se veía más opaco, con diferentes escalas de grises,
sin brillo ni emoción. Su madre lo acompaño en cada momento pero el
dolor de ver a su hijo sumergido en semejante abismo la fue
consumiendo a sí misma como una vela se derrite con el fuego. Había
una pregunta que ella no podía contestarle a su hijo, y eso la
lastimaba. --
¿De qué sirve un pájaro si no puede volar?--
se preguntaba Dim constantemente. El dolor todavía iba a aumentar.
La noche se instalaba más oscura que nunca. Un ruido
imperceptible de fondo anticipaba el mal que se asomaba, sin prisa.
El viento testigo de aquella noche empezaba a clamar su enojo ante
tal injusticia, mientras la Luna angustiada, parecía querer
voltearse para no ver lo que estaba a punto de pasar. Los tiempos
difíciles, las preocupaciones constantes y la falta de éxito en
conseguir una mejoría en su hijo, hicieron que el corazón de la
madre de Dim no soportará más. Aquel día, termino por desgarrar a
Dimmy. Por segunda vez en su vida se dio cuenta --tarde, nuevamente--
del segundo error más grande que pudo cometer. Desde el accidente se
había olvidado de aquellos que lo querían, se había olvidado de su
madre, y lo que ellos sufrían al verlo en ese estado de tristeza y
desolación. Ya no vivía, sus días eran lamentos y rencores
interminables hacia la vida y sus desgracias. Ahora, la soledad, se
presentaba firme para dar el último golpe en la vida de Dim y así
destruir la única esperanza que le quedaba, el amor de su madre.
Estaba solo y sin identidad.
Camino durante días --de hecho, era lo único que podía
hacer--.No buscaba respuestas, no buscaba culpables --sabía muy bien
su responsabilidad en todo lo que había pasado-- sino que quería
tomar una decisión. --
¿Qué hago con mi vida?-- se preguntó
reiteradamente. Trató de dejar el dolor a un lado, pero no
encontraba un buen motivo para vivir. Había perdido su esencia al no
poder volar, había perdido al ser que más quería en la vida, no
quedaba mucho más en juego.
Hace más de una semana que la lluvia no cesaba. Dim no había
parado de caminar, incluso debajo de la tormenta, como esperando a
que alguien más tomará por él una decisión que no podía hallar.
De golpe un rayo golpeó con fuerza la rama de un árbol. El viento
pareció descontrolarse descargando su furia en todo lo que lo
rodeaba. Dim pudo verlo a pesar del temporal, él ya tenía los ojos
bien abiertos. De aquella rama impactada por el rayo, caía un nido.
Se acerco y pudo ver un huevo totalmente empapado. Rápidamente lo
recogió y lo llevo hasta un lugar seguro, para resguardarse del
temporal. Ese temporal duro 3 días, siempre con la misma intensidad.
Él cuidó del huevo, esperando por el regreso de la madre. No
descanso ni un minuto, por primera vez en mucho tiempo había
olvidado sus propios problemas por una causa mayor. Luego de 20 días,
nadie apareció en búsqueda del huevo. Dim se sintió frustrado, ya
que imagino que su madre hubiera vuelto por él. Pero su madre ya no
estaba, y pensó que hubiera hecho ella ante tal situación. De
pronto, casi como si el tiempo se hubiera detenido unos instantes, el
huevo se abrió. Era una pajarita hermosa. Los ojos de Dimmy
--después de mucho tiempo-- volvieron a brillar.
Los tiempos mejoraron, incluso el clima se veía mucho más
agradable. La primavera afloraba todo a su alrededor, llenando de
color nuevamente todo a su paso. Dim estaba feliz, concentrado en un
único objetivo, ayudar a su hija. Una hija que la vida puso en
frente suyo, dándole ese motivo que tanto busco. Ella ya estaba
grande y lista para su primer intento de vuelo. Dim sabia
perfectamente todos los entrenamientos que su madre le había
indicado anteriormente para aprender a volar. Era el momento de la
verdad. Ella se asomo al borde del nido, acompañado de Dim
apoyándola a un costado. Se dejo caer, naturalmente extendió sus
alas y empezó a volar. Nunca Dim había tenido un momento tan
hermoso y especial como aquel.
Su pequeña hija había aprendido a volar, mientras que Dimmy,
después de tanto, pudo aprender a vivir. Comprendió, con una
sonrisa imposible de borrar, para que algunos puedan volar y cumplir
todas sus metas, algunos otros necesitan quedarse en el suelo para
apoyarlos y hacerlos crecer más.
--¡Te felicito Azul!-- le grito Dim emocionado. Después de todo,
era un día feliz. Y sentía que quizás, su madre, podría estar
orgulloso de él otra vez. Su madre, quien también se llamaba Azul.