domingo, 26 de agosto de 2018

El gusto por lo complejo

El gusto por lo complejo está asociado a cierta persistencia en las preguntas. En la vida cotidiana, generalmente nos damos por satisfechos con la primer respuesta razonable a una pregunta o a un problema, si ella nos permite salir del paso y seguir atendiendo a nuestras necesidades, deseos o intereses. 

La filosofía, por el contrario, no busca la satisfacción ante la primer respuesta, desconfiando o sospechando, no sólo de la respuesta sino, ante todo y más fundamentalmente, de la pregunta. Quizá la pregunta esté mal planteada; quizá simplemente esa pregunta no es suficiente. Será necesario, entonces, insistir en las preguntas, sin retroceder ante las contradicciones o los absurdos, pero no precisamente para hallar respuestas exactas sino, por el contrario, para hallar más preguntas.

El retroceso ante la contradicción forma parte del proceso subjetivo por el cual se ha renunciado a pensar y comprender la totalidad y el sentido de esa totalidad. La contradicción parece un límite infranqueable para el pensamiento racional, pero lo es solamente para aquella forma de pensamiento que identifica a la razón con un instrumento.

Focalizando así, después de todo, en el camino y no en el destino, en el desarrollo y no en el producto final; donde las preguntas son el medio de transporte, las cuales forman parte de un proceso cíclico que no dispone de un límite, más que el que nosotros mismos fijemos, donde una duda lleva a otra superior y así, infinitamente.