El tiempo suele ser un gran intérprete de momentos, y es por
eso, quizás, que se pueda explicar que haya momentos que parezcan más extensos
que otros, más allá que se traten de intervalos iguales. Como si el tiempo,
pudiera controlar la velocidad en que las agujas del reloj se transportan a
través del espacio, creando una dimensión casi paralela. Esa noche, en esa
habitación, el tiempo también fue participe, colaborando en hacer eterno un
momento finito. El ambiente se espesó abruptamente y las partículas parecían
distinguirse sin necesidad de microscopio. Los detalles se volvían importantes,
una vez más.
Su mirada se llenó de incertidumbre y angustia. Estaba sola,
pero no era ese el origen de su angustia. Más bien fue el entender, que si algo
llegará a pasar, no tenía nada que perder. Ese sentimiento cargado de vacío y
soledad, como si un fantasma se hubiera apoderado de su cuerpo y su mente.
Quizás una fatalidad le diera un sentido, aunque eso significará su fin. Tuvo
tiempo para plantearse incluso, en tal caso, si un fin no termina siendo un
nuevo comienzo. Renacer, como el ave fénix.
—Detente —soltó casi suplicando una voz detrás de la puerta
—. Tus pensamientos se clavan como flechas en mí. Te podría decir que hasta me
lastiman, estoy aturdido.
Se mantuvo en silencio, simplemente parada por unos
momentos. Intento no pensar, aunque solo se contuvo unos instantes. Sin
embargo, una certeza empezaba a florecer dentro suyo; sabía que a partir de
ahora su vida ya no sería igual...