miércoles, 26 de agosto de 2015

El espacio después de la coma

El misterio de lo que puede venir; el futuro inmediato, irremediable, inminente. No negocia, simplemente se impone arrastrando el presente a su paso. 

No espera a que estés listo, ¿Para qué lo haría? Dispone de la suficiente autoridad para hundirte en su cinismo, porque sabe bien que su llegada implica su muerte. 

Muere y se transforma en presente. Pero murió como tal, como futuro inminente; dando paso así a que un nuevo futuro arribe con la misma fuerza y locura que el anterior. 

Quedan secuelas, como el desastre que produce una bomba al explotar, fulminante y letal como un rayo. Porque el futuro nos explota en la cara y se vuelve presente. Pero trae consigo algo más demoledor que su presencia: la mismísima duda, porque otra vez, se instala el recelo de lo que puede llegar a venir. 

Si fuéramos un libro, el futuro sería lo que viene inmediatamente al espacio después de la coma. La coma, esa que implica una breve pausa ante lo que indudablemente está por venir y lo que acaba de pasar. Un pequeño espacio que se desarrolla entre lo pasado y lo futuro. Un espacio-tiempo llamado presente. Y nosotros somos ese espacio, somos presente, aguardando ser alterados una y otra vez, sometidos a la angustia constante de la incertidumbre.

martes, 18 de agosto de 2015

La sincera verdad

Por momentos tengo tantas cosas que decir que no termino diciendo ninguna. Y es que a veces no hace faltar hablar para decir lo que se siente en el aire. En un mundo infectado por tantas mentiras y falsedades, la sincera verdad permanece en silencio. Pero se respira en el ambiente, se hace presente hasta en lo más intimo de tus huesos. Porque lo puro no necesita de marketing ni propaganda, se vale por sí mismo, incluso, trasciende las barreras de las palabras.

Lo tuyo, lo mío, lo nuestro, es parte de eso. Formamos parte de un todo que se expande más allá de la lingüística y las señales, rompemos con el mito de ir a la par de las convenciones sociales y las nuevas tendencias culturales. Porque el amor también se deforma con la moda, no es nuestro caso. Y somos complices en esto, lo entendimos así, lo vivimos así, de manera natural.

Pero no siempre lo supe así, desde que llegaste lo entendí. Hace tiempo, atrás, la semilla que plantamos en aquellos días hoy es un árbol que no para de crecer. Y es algo que nunca te dije, como otras tantas cosas. Soy un convencido que, todavía no existen las palabras necesarias para describir con estricta precisión algunos sentimientos que me nacen a tu lado. Como el iceberg que duerme debajo del océano, alguien dijo alguna vez que lo esencial es invisible a los ojos, pero nunca al sentimiento. Están ahí, a veces en silencio, porque así es la sincera verdad.


martes, 11 de agosto de 2015

La derrota

Morder el polvo de la derrota, de vez en cuando, es un cable a tierra que nos devuelve la cordura. Sin embargo, el acostumbrarse a permanecer en el piso puede ser una enfermedad difícil de superar. La derrota sólo sirve si eso nos obliga a levantarnos. A veces, por obligación, otras por voluntad, tantas más por orgullo. El problema es, que al caer, inevitablemente nos golpeamos. Y la sucesión de golpes puede ocasionar no sólo la debilitación del cuerpo y la voluntad, la perdida de esperanza y la fe. El caernos sistemáticamente implica la desolación de perdernos dentro del fracaso y abrazarnos a él. Como si ese fuera el único resultado posible, nuestro destino final.

La derrota, sin embargo, es compañera. Está ahí, latente. Si la dejas entrar a tu vida, se instalará en ella haciéndote complicada la tarea de la autosuperación y el bienestar. No te dejará, no al menos sin dar batalla. No estarás solo porque siempre te veras enredado en ese sentimiento de frustración, de impotencia, de no saberte capaz de, cuanto menos, intentarlo una vez más.

A la derrota hay que hacerle frente, asumirla y superarla. De lo contrario no habrá servido de nada el padecimiento, dejándonos a merced del abismo perpetuo de la agonía. Porque es muy perjudicial desconocer lo inevitable, ya que al menos en la intimidad debemos sincerarnos con nuestra realidad. Sólo así, se convertirá en experiencia para un futuro diferente y dejará entrar, como un rayo de sol por la ventana, un haz de esperanza.

Y si tiene que doler, que duela. Pero nos vamos a levantar.