De todas maneras, no hay dudas que hemos evolucionado de manera tan compleja, que tuvimos que incursionar en el estudio profundo del comportamiento humano y sus patrones. Imaginando que sea posible homologar y catalogar los diferentes comportamientos de las personas como se intenta hacer, sea acertada o no su practica, sabemos que hay cosas que permanecen en nuestro interior, muy probablemente el interior de todos. Tal vez, como el famoso instinto de supervivencia de los animales, el cual heredamos de manera transitiva, hayan puntos en común entre todos nosotros. O al menos, entre un grupo de nosotros, dando lugar así a la clasificación de las masas.
Los violentos, los mentirosos, los idiotas, los asesinos. Quizás, características negativas pero al fin de cuentas sirven como ejemplo de, que en cada grupo, pueden encontrarse similitudes en el accionar o raciocinio de sus integrantes, los cuales fueron o serán asignados a tal grupo después de elaboradas técnicas de observación psicológica que determinaron que sí actúas de determinada manera, vas a ser considerado socialmente de esta otra. Puede resultar condenatorio dependiendo en qué grupo, o sub-grupo, te encuentres. La sociología metió también sus narices en la definición de las masas, sirviéndose de herramienta útil para la clasificación, donde pertenecer ya te convierte en ser. No resulta extraño ya que, en resumidas cuentas, todo analisis parte de una misma idea y necesidad de segmentación y, sobre todo, la etiquetación de las cosas. Y no olvidar, claro, el pacto social que define lo bueno y lo malo, donde también, nos ponemos de un lado o del otro. Hilando fino, podríamos pensar que podemos estar en ambos lados al mismo tiempo, complicando así cualquier tipo de definición unívoca.