sábado, 31 de diciembre de 2016

Fuera de la Red

Desde los tiempos donde las definiciones aún no existían, donde todo estaba por inventarse, inclusive en esos tiempos, una de las primeras cosas en precipitarse fueron las sociedades. Practicamente de manera instintiva y primitiva, que los seres se agrupan y conviven. Se forman pactos tácitos para el bien general, donde de alguna manera todos se ven beneficiados. Algunos más, algunos menos. Han pasado los años pero la norma se mantiene superando la barrera del tiempo para conservarse inamovible. El instinto de conservación de la especie induce que, unidos, en grupos, es la única manera de sobrevivir. A la luz de las pruebas, de los avances de la humanidad y su dominio sobre el planeta, termina siendo un concepto totalmente certero.

Somos individuos que crean lazos afectivos con otros individuos. Es nuestra manera de conectarnos, mediante emociones y sentimientos, para formar así la red intangible más grande del mundo. Y como marca nuestra naturaleza, resulta imposible co-existir paralelamente a esta red de forma aislada. Incluso, perdiéndote en el medio de la nada, seguramente ya habrás vivido el tiempo suficiente dentro de esta red para llevarla contigo a todos lados, estés donde estés.

Y está tan arraigado a nosotros, a nuestro comportamiento, nuestro juicio y valores, que inmediatamente al descubrir a alguien que no quiere formar parte de esta conexión, aunque sea por un instante, será castigado socialmente y etiquetado como un ser no humano. Un loco extraordinario. Pero no conforme con eso, intentarán convencerte que no hay vida fuera de esta red; y si la hay, que no vale la pena. Si es necesario, además, inducirán la culpabilidad de tus actos, tu soberbia y egoísta actitud, referenciando a la necesidad de los demás de no perder el vínculo, ni siquiera un instante.

Hay dos factores definitivos que nos moldean, nos enmarcan como individuos. Uno de esos factores es la relación con otros individuos, nuestro comportamiento dentro de la red; la otra, es la relación con nosotros mismos fuera de toda realidad. Es la abstracción de nuestros pensamientos más profundos, que a pesar de estar influenciados por todos aquellos agentes que componen la red, al ser incorporados y asimilados como propios empezaran a formar parte de ese mundo interior. Es un lugar que debemos explorar, sin miedo, sin prejuicios de los evangelizadores de la sociedad que no pueden aceptar un vínculo que no sea multipersonal. Pero para ello se necesita otro tipo de conexión, de la cual, como personas que conviven no estamos acostumbrados a realizar con frecuencia. 

Debe existir una necesidad de aprender a convivir con nosotros mismos, con nuestros propios pensamientos. Tenemos que poder aislarnos, aunque sea artificial y efímero, pero no menos real y necesario. Que la costumbre de las masas por la aglomeración no perturbe la auténtica necesidad de saciar la sed por la retroalimentación del ser. Disfrutar de tu propio silencio, de tu propia compañía. Del sonido de tus pasos haciendo eco en cada rincón de tu cerebro para luego proyectarse en diferentes direcciones como disparadores hacia nuevos horizontes. Pero buscar rincones vacíos para estar solo, se confunde adrede con soledad. Porque así se puede relacionar con la tristeza; y lo triste, siempre es más fácil de erradicar. Sin embargo, hay voces que no pueden ser calladas. Sólo hay que tomarse el tiempo para escucharlas.