jueves, 3 de abril de 2014

¡Ey, vos!

¡Ey, vos! Sí, vos. Vos, quien no deja de reprocharse continuamente los errores cometidos, en silencio, casi murmurando en lenguas extrañas. Que no te permitis olvidar, y en consecuencia, seguir adelante con tu vida. Tu pobre vida. Vos que maldecís tu infinita soledad, aquella que vos provocaste al alejar a todos quienes te rodeaban. Que te lastima el dolor pero no sabrías que hacer sin él, ya que cuando se acerca una leve sensación de placer que podría interpretarse como principio de felicidad, descartas inmediatamente aquella posibilidad por lo incomodo que te resulta la idea de ser feliz.

Al caminar miras al suelo, te molesta el contacto visual. Eso te ayuda a creerte invisible; quisieras ser invisible porque sos de aquellos que queres vivir en el mundo pero no pertenecer a él. Te crees un ser oscuro, sombrío, pero no sos más que alguien pidiendo a gritos un destello de luz que encegezca tu propia estupidez. No tenes maldad, pero crees que sí. Eso te hace innecesariamente idiota. Pensas detalladamente cada palabra, pero como un rico que desperdicia sus propios recursos, te limitas a decir incoherencias para no ser tomado en serio. No sé que es peor, si tu complejo de inferioridad o tus continuos intentos por derrumbarte.

¡Ey, vos! No te das vuelta porque no te gusta hacerte cargo, asumir responsabilidad alguna, pero no por incompetencia, sólo por temor. Temor a no poder, temor a ser menos. Incluso, tenes temor de ser bueno en algo, y ser bueno en algo implica que los demás esperen siempre algo aún mejor. Pero no, no sos de esos que alimentan las expectativas mundanas de la sociedad. No tenes actitud, eso te diferencia de un rebelde. Tampoco tenes una finalidad, una meta, nada. Ni siquiera tenes el coraje como para llorar, sé muy bien que hay lágrimas desbordando tu corazón.

Dejame decirte que, a pesar de tu apatía, tu falta de humanidad y comprensión, creo en vos. Sólo por una simple razón. Porque hay una sola cosa que tengo, y eso es esperanza. Tengo esperanza de salir de esta prisión emocional. ¡Ey, vos! Sí, yo. Porque yo soy vos.