sábado, 23 de abril de 2016

Motivación e inercia

La motivación del deseo, el querer algo por diferentes motivos, es uno de los estímulos fundamentales que nos impulsan a lo largo de la vida. Nos plantean objetivos, caminos, modos y nos marcan una proyección, la cual, además de mostrarnos el horizonte, nos definen como personas. Porque no solo es el destino final, sino también la manera en transitarlo.

Lo fortuito y las responsabilidades escapan un poco de este paradigma. En el terreno de lo inesperado hay que actuar, con lo que hay, con lo que se puede. No se puede estar preparado para lo desconocido, más que la actitud de seguir adelante. Mientras que las responsabilidades suelen distraernos de nuestra motivación. De todas maneras, muchas veces utilizamos las responsabilidades como herramientas para obtener aquello que queremos, y así, se acopla a nuestra vida con una utilidad.

Sin embargo, muchos se pierden dentro de las responsabilidades y obligaciones. Olvidan su motivación, la pierden o la confunden. Viven solo para sobrevivir. Como si estuvieran de paso, sin aspiraciones, se desgastan y sumergen dentro de la opacidad del olvido. Entonces, si carecen de motivación, una pregunta válida sería que los impulsa día tras día a continuar; la inercia. Las personas se ven incapaces de cambiar la dirección en la que van. Forman parte de un sistema que sigue, un engranaje que no deja nunca de girar. Se vuelve nocivo para la salud, suprime el deseo, imposibilita la superación y nos entristece la vida.

Entonces, si la motivación e inercia nos hacen movernos, con diferentes características cada una, el dilema sería descubrir personalmente cual nos esta impulsando a nosotros mismos. Y para ello, es inevitable no pasar por un proceso de introspección profunda; un estado sumamente desconcertante de análisis y poner en duda todo aquello que asumimos como verdad absoluta. Puede resultar doloroso, ya que todo parece desmoronarse y los caminos que antes parecían líneas rectas de repente se transforman en laberintos.

Por lo tanto, se trata de replantearse la vida entera, lo que se hizo, lo que se hace y hacia donde se quiere ir. A veces nos movemos por deseo, otras por inercia, y en el proceso de revisión personal es cuando descubrimos si vamos o venimos, si realmente somos dueños de nuestros pasos. Resulta practicamente inevitable no caer en la inercia de vez en cuando, pero si la misma es prolongada, nos llevará a lugares que seguramente no queremos llegar.


lunes, 29 de febrero de 2016

La etiquetación de las cosas

Hay cosas que nos dejan en clara evidencia, de cómo somos, de qué pensamos y de qué hacemos. Nos exponen en nuestras miserias, nuestras incoherencias y debilidades. La naturaleza humana, la misma que se ve condicionada, pero que mantiene un hilo a lo largo de la historia que nos separa de los demás seres vivos. A pesar de empeñarnos en volver a nuestras raíces más primitivas sucumbiendo ante los instintos más agresivos y salvajes. En ese caso, ¿Perdemos la humanidad o volvemos a nuestro origen animal? ¿Ambas? O será oportuno pensar, que el ser humano no es más que un animal evolucionado, pero animal en fin.

De todas maneras, no hay dudas que hemos evolucionado de manera tan compleja, que tuvimos que incursionar en el estudio profundo del comportamiento humano y sus patrones. Imaginando que sea posible homologar y catalogar los diferentes comportamientos de las personas como se intenta hacer, sea acertada o no su practica, sabemos que hay cosas que permanecen en nuestro interior, muy probablemente el interior de todos. Tal vez, como el famoso instinto de supervivencia de los animales, el cual heredamos de manera transitiva, hayan puntos en común entre todos nosotros. O al menos, entre un grupo de nosotros, dando lugar así a la clasificación de las masas.

Los violentos, los mentirosos, los idiotas, los asesinos. Quizás, características negativas pero al fin de cuentas sirven como ejemplo de, que en cada grupo, pueden encontrarse similitudes en el accionar o raciocinio de sus integrantes, los cuales fueron o serán asignados a tal grupo después de elaboradas técnicas de observación psicológica que determinaron que sí actúas de determinada manera, vas a ser considerado socialmente de esta otra. Puede resultar condenatorio dependiendo en qué grupo, o sub-grupo, te encuentres. La sociología metió también sus narices en la definición de las masas, sirviéndose de herramienta útil para la clasificación, donde pertenecer ya te convierte en ser. No resulta extraño ya que, en resumidas cuentas, todo analisis parte de una misma idea y necesidad de segmentación y, sobre todo, la etiquetación de las cosas. Y no olvidar, claro, el pacto social que define lo bueno y lo malo, donde también, nos ponemos de un lado o del otro. Hilando fino, podríamos pensar que podemos estar en ambos lados al mismo tiempo, complicando así cualquier tipo de definición unívoca. 



jueves, 4 de febrero de 2016

Simple ilusión

A veces, me alcanza con creer ver que te veo al otro lado del cristal. Ese cristal que separa lo real de lo irreal, que de tan fino y transparente, la luz atraviesa de un lado a otro de los mundos convirtiéndolo todo en un posible, un quizás.

A veces, siento que te siento a pesar que no estés acá. Y como un sueño que a pesar de ser un sueño no deja de conmovernos igual, me conmociono con tu no presencia tal como si fueras real, como si estuvieras parada de este lado, el lado verdadero, el que se repite día tras día. Y sos tan real, como la imagen tuya idealizada en el mundo surreal. Esa que me pertenece absolutamente, porque es una proyección mía y de nadie más.

Y a veces, sólo a veces, creo alcanzar ser lo que pretendo ser como una simple ilusión que, a pesar de saberme distinto, me alcanza para imaginarme algo más. Un presente distinto, un amanecer más brillante oculto tras las nubes. Como si fuera suficiente. El viajar mentalmente de un extremo al otro, como quien viaja en una máquina del tiempo al pasado. No deja de ser una simple ilusión, pero que se percibe como suficiente, como algo que se puede materializar; aunque nobleza obliga a decirlo, por lo general no lo haga.

A pesar de todo perjuicio que una ilusión, que más pueda ser considerada como un delirio mágico o una cruda imaginación, pueda tener hasta en las mentes más entrenadas y brillantes, lo considero como una alternativa viable de ver ese rayo de sol en medio de la tormenta. Y no es una puerta de salida, un escape perfecto. Sino más bien un descanso, un breve respiro bajo la intensa presión de un océano tratando de ahogarnos en cada momento.

lunes, 25 de enero de 2016

Vueltas

Todo va bien, muy bien. El resultado del análisis, crudo y objetivo, dependerá de las metas propuestas anteriormente o de la ambición, sana (o no), que podamos tener por ir en búsqueda de más. Si soñamos con poco, es fácil cumplir la misión y sentirnos agraciados por ello. El conformismo será entonces una manera de sobrevivir al mundo, un mecanismo de defensa a un ambiente hostil. Pero no deja de ser una herramienta, útil y perversa, para modificar la realidad según nos convenga. Las cosas salieron realmente mal, pero estaba contemplado en mi plan, entonces todo va bien. Resulta un truco de magia que sirve como analgésico al dolor, anestesia la ansiedad y nos mantiene, quizás unos momentos más en pie. Alterar los resultados, o simplemente, asumir ciertos hechos con naturalidad en pos de mantener la cordura, que día a día cuesta tanto mantener. 

En definitiva, mentirse, nos impide ver con claridad el horizonte y nos complica el trazado de nuevos caminos. Pero pareciera digno del mejor académico sistemático elaborar un algoritmo capaz de detectar cuando estamos errando en la percepción de las cosas, ya sea de manera voluntaria o involuntaria, para así rectificarnos y eliminar la ceguera temporal. Pero no resulta nada sencillo, ya que la delgada línea que separa lo correcto de lo incorrecto, la verdad o la mentira e inclusive lo real de lo irreal, resulta tan delgada como invisible, al menos al ojo humano. Y más aún, cuando las cosas se transforman constantemente, de un segundo a otro, siendo una mentira fácilmente convertible en verdad y viceversa. 

Cómo distinguir entonces un error, cuando podría terminar siendo un acierto. Entonces, mentirse no sería más que un estado transitorio que puede ser verdad o no, ahora o después, dando vueltas tantas veces como sea posible. Porque no existe una única realidad, sino que son muchas realidades coexistiendo al mismo tiempo mientras rotan sobre su propio eje dando vueltas sin parar. 

Y tantas vueltas, finalmente, te pueden marear.

miércoles, 26 de agosto de 2015

El espacio después de la coma

El misterio de lo que puede venir; el futuro inmediato, irremediable, inminente. No negocia, simplemente se impone arrastrando el presente a su paso. 

No espera a que estés listo, ¿Para qué lo haría? Dispone de la suficiente autoridad para hundirte en su cinismo, porque sabe bien que su llegada implica su muerte. 

Muere y se transforma en presente. Pero murió como tal, como futuro inminente; dando paso así a que un nuevo futuro arribe con la misma fuerza y locura que el anterior. 

Quedan secuelas, como el desastre que produce una bomba al explotar, fulminante y letal como un rayo. Porque el futuro nos explota en la cara y se vuelve presente. Pero trae consigo algo más demoledor que su presencia: la mismísima duda, porque otra vez, se instala el recelo de lo que puede llegar a venir. 

Si fuéramos un libro, el futuro sería lo que viene inmediatamente al espacio después de la coma. La coma, esa que implica una breve pausa ante lo que indudablemente está por venir y lo que acaba de pasar. Un pequeño espacio que se desarrolla entre lo pasado y lo futuro. Un espacio-tiempo llamado presente. Y nosotros somos ese espacio, somos presente, aguardando ser alterados una y otra vez, sometidos a la angustia constante de la incertidumbre.

martes, 18 de agosto de 2015

La sincera verdad

Por momentos tengo tantas cosas que decir que no termino diciendo ninguna. Y es que a veces no hace faltar hablar para decir lo que se siente en el aire. En un mundo infectado por tantas mentiras y falsedades, la sincera verdad permanece en silencio. Pero se respira en el ambiente, se hace presente hasta en lo más intimo de tus huesos. Porque lo puro no necesita de marketing ni propaganda, se vale por sí mismo, incluso, trasciende las barreras de las palabras.

Lo tuyo, lo mío, lo nuestro, es parte de eso. Formamos parte de un todo que se expande más allá de la lingüística y las señales, rompemos con el mito de ir a la par de las convenciones sociales y las nuevas tendencias culturales. Porque el amor también se deforma con la moda, no es nuestro caso. Y somos complices en esto, lo entendimos así, lo vivimos así, de manera natural.

Pero no siempre lo supe así, desde que llegaste lo entendí. Hace tiempo, atrás, la semilla que plantamos en aquellos días hoy es un árbol que no para de crecer. Y es algo que nunca te dije, como otras tantas cosas. Soy un convencido que, todavía no existen las palabras necesarias para describir con estricta precisión algunos sentimientos que me nacen a tu lado. Como el iceberg que duerme debajo del océano, alguien dijo alguna vez que lo esencial es invisible a los ojos, pero nunca al sentimiento. Están ahí, a veces en silencio, porque así es la sincera verdad.


martes, 11 de agosto de 2015

La derrota

Morder el polvo de la derrota, de vez en cuando, es un cable a tierra que nos devuelve la cordura. Sin embargo, el acostumbrarse a permanecer en el piso puede ser una enfermedad difícil de superar. La derrota sólo sirve si eso nos obliga a levantarnos. A veces, por obligación, otras por voluntad, tantas más por orgullo. El problema es, que al caer, inevitablemente nos golpeamos. Y la sucesión de golpes puede ocasionar no sólo la debilitación del cuerpo y la voluntad, la perdida de esperanza y la fe. El caernos sistemáticamente implica la desolación de perdernos dentro del fracaso y abrazarnos a él. Como si ese fuera el único resultado posible, nuestro destino final.

La derrota, sin embargo, es compañera. Está ahí, latente. Si la dejas entrar a tu vida, se instalará en ella haciéndote complicada la tarea de la autosuperación y el bienestar. No te dejará, no al menos sin dar batalla. No estarás solo porque siempre te veras enredado en ese sentimiento de frustración, de impotencia, de no saberte capaz de, cuanto menos, intentarlo una vez más.

A la derrota hay que hacerle frente, asumirla y superarla. De lo contrario no habrá servido de nada el padecimiento, dejándonos a merced del abismo perpetuo de la agonía. Porque es muy perjudicial desconocer lo inevitable, ya que al menos en la intimidad debemos sincerarnos con nuestra realidad. Sólo así, se convertirá en experiencia para un futuro diferente y dejará entrar, como un rayo de sol por la ventana, un haz de esperanza.

Y si tiene que doler, que duela. Pero nos vamos a levantar.