viernes, 10 de julio de 2015

Una de valientes

¿Qué significa ser valiente en el mundo real? No hablemos, por favor, de aquello que interpretamos facilmente como definición producto de aquellas historias heroicas relatadas desde la ficción, con la idealización de super hombres, situaciones extremas y la salvación del mundo.

Existen los héroes, absolutamente. Sólo que no de la manera en que los imaginamos después de tantas películas y libros tan arraigados en nosotros. Ahora, alejándonos del plano ficticio, se puede ser valiente. O acaso una mujer joven que se ve ante la adversidad de criar a un hijo sola, ¿no es valiente? Acaso un pibe que vive en un barrio de recursos precarios que se anima a romper con los prejuicios e intenta ir en busqueda de un futuro profesional, ¿no es valiente?

Para ser valiente se tienen que dar ciertas particularidades externas. Se tiene que dar una situación adversa, que motive a realizar eso que nadie espera, ir en busqueda de un cambio o un logro complicado, difícil. Será animarse a más,será plantarse ante el miedo, romper con la quietud y hacer. Sobre todo hacer.

Puede ser decir eso que nadie dice. Animarse a buscar eso que te dijeron que nunca vas a poder lograr. Sonreirle a la dificultad. No darse por vencido aunque ya no queden fuerzas. Sacrificarlo todo por una sola cosa. Cuestionar lo incuestionable. Pensar, a veces pensar por uno mismo resulta tan valiente. Porque en definitiva, es más fácil dejar que alguien más tome las decisiones, aunque esas decisiones sean las de tu propia vida. Pero existen esos valientes que dicen no. Y caminan para adelante, a pesar de las consecuencias. Porque es verdad que ser valiente no es sencillo, pero si ellos no existieran el mundo perdería parte del brillo de la humanidad.

jueves, 18 de junio de 2015

La amistad cotiza en bolsa

En la vida pasan cosas. Pasan. A veces pasan de largo, otras veces pasan y se quedan para siempre. Y los valores terminan siendo tan relativos en un mundo donde un pequeño pedazo de papel termina siendo más importante que cualquier otra cosa en la vida.

Pensando un poco más, si la amistad fuera una empresa que decide publicar sus acciones en la bolsa de valores de NY. Y si partimos de esa idea, ¿cuánto valdría la amistad? ¿cuánto debería cotizar? La amistad realmente cotiza en bolsa. Mientras los tiempos corren, como dijimos pasan, cambian, pero hay cosas que deberían permanecer por siempre. El valor de la amistad, el encuentro, el poder ser sin la necesidad de ocultarse, el disfrute desmedido y una dosis de todo aquello que te hace bien.

Terminan siendo pocos los que entienden el verdadero significado de la amistad, de aquel que está a tu lado, ni adelante ni atrás. Que permanece ahí. Permanece a pesar de la distancia, a pesar de los conflictos, a pesar del tiempo, a pesar del triunfo que suele nublar la vista. Un amigo será aquel que estará en cualquier lugar del planeta, pero siempre tendrás un lugar en él. Y es un lugar que no tiene medición, no se puede cuantificar. Es por eso que la amistad, como tal, no se puede medir, no se puede cotizar. No tiene precio.

Y cuando veo personas que desprecian una amistad, no puedo dejar de pensar en el error que están cometiendo. Uno puede vivir la vida de muchas maneras, y si bien, cada una de ellas es distinta y absolutamente respetable, hay cosas de las cuales ningún ser humano debería privarse. Como el amor, el viajar y la amistad. Cuánto más ames, más viajes y más amistad tengas, mejor. Y cuando digo más, no me refiero a cantidad, sino a intensidad.

martes, 2 de junio de 2015

Trascender

Hay ciertas cosas que se llevan eternamente impregnadas dentro del ser. Como un tatuaje que queda debajo de la piel, oculto pero presente. Una bandera que como estandarte flamea a través del paso del tiempo y la historia. Cimientos de recuerdos sólidos que echaron raíces en tierra árida, que se repiten y multiplican en pensamientos o sueños, bifurcandose, transformándose en algo más. Un idealismo natural.

Trascender.

No hay requisito excluyente para transcender. Puede ser una persona, un lugar, un momento, un objeto, una acción, un tal vez. Una semilla que cayó, y mediante el riego de la imaginación, crece una historia tan posible como irreal. Una carta, una canción. Un abrazo, un beso, una relación que pudo ser más de lo que realmente fue. Ese vació tan presente que llena nuestros pensamientos.

Otra vez, no hay condiciones para transcender. El tiempo es participe alterno, y para transcender, no se necesita ser correspondido. Va más allá de la razón, mucho más profundo que el corazón. No se puede buscar lo invisible, como tampoco se puede ubicar con precisión algo que se expande por todos lados.

Trascender. Trascender es volver repetidas veces como espasmos sin importar el paso del tiempo. Es convulsionar y degradar hasta la más dura roca. Es volver visible todo aquello que no vemos de nosotros mismos. Es recordar porque somos lo que somos, porque hacemos lo que hacemos y porque sentimos lo que sentimos. Traspasar épocas, estilos, resistir en el aire sin tocar el suelo. Es que pasen las cosas, pero eso siempre va a quedar. Llevarlo con vos a todos lados, en todo momento, que ni borrando todos lo recuerdos ni quemando la memoria puedan hacerlo a un lado.

Son cosas que no se buscan, pasan. A veces no tienen motivos estrictos, ni razones aparentes. Y en el misterio radica la magia de transcender.

viernes, 22 de mayo de 2015

La revolución de las mujeres

Ni una menos. Grito de guerra, lamentablemente literal. Como sociedad hemos perdido el rumbo, si es que alguna vez lo tuvimos. Y en este contexto de violencia, locura y desamparo, algunos cuantos injustificables intentan imponer su malicia en el mundo, lo triste es que lo logran. Deberían ser desterrados del planeta, encerrados en la más profunda oscuridad, para que sus propios pensamientos macabros se los devoren lentamente.

La mujer se ha visto menos respecto al hombre en algún punto de la historia universal. Esos tiempos tan atrás han quedado, se hicieron presentes, levantaron su voz y dijeron 'acá estoy'. Pero hoy, se ven, y nos vemos, acorralados bajo un nuevo paradigma del terror. Aquellos intolerantes de la vida, que no soportan la libertad del otro, acorralados bajo su propio odio empezaron a denigrar, atacar, violar... matar. Los casos se repiten, y por muy desquiciado que se oiga, muchos intentaron justificarlos. Que ellas se lo buscaron, que ellas lo provocaron, que ellas suplicaron ser maltratadas, y ahí, en el papel de redentor, aparecen esos hombres imperdonables a darles lo que estaban buscando. La palabra hombre les queda grande. La palabra personas les queda grande.

No hay falda lo suficientemente corta que los habilite a acosar ninguna mujer. No hay escote lo suficientemente pronunciado que les permita manosear la integridad de ninguna chica. No existe pantalón lo suficientemente apretado que les conceda la protestad de sentirse dueño de ninguna niña. Ni acá ni en ningún lugar del mundo.

Entonces, ¿qué quieren justificar?

Ni una menos. Ni una menos que sienta terror al salir a la calle, que sienta pánico de ser blanco de ataques del sexo contrario por sus gustos, vestimenta o personalidad. Ni una menos que sea víctima del complejo de inferioridad de muchos hombres impotentes. Ni una menos que se vea privada de vivir plenamente su vida.

La revolución de las mujeres no va a parar. Son inteligentes, son bellas, pero sobre todo son fuertes. Y no están solas, tienen el apoyo de aquellos que las respetamos, queremos y valoramos; tienen el apoyo de la unión, del ímpetu de no dejarse maltratar; y además, tienen el apoyo del recuerdo de todas esas chicas, que victimas e inocentes, marcaran y guiaran el camino para cambiar la realidad.

Nunca van a poder justificar sus actos. Nunca van a poder convencernos de tolerar esta realidad. Nunca van a obligarnos a aceptar vivir con miedo. Nunca vamos a parar.

Ya no más. Ni una menos.

martes, 14 de abril de 2015

Ella (Parte I)

La noche permanece silenciosa y expectante, como si esperará consiente aquello que resultaba ineludible. La luna era una participe necesaria y fundamental, que mezclándose junto con el brillo de las estrellas en la inmensidad del espacio lograban que aquellas noches fueran perfectas, como esta. Una brisa que acariciaba suavemente la piel se escurría como si quisiera barrer sutilmente todas las malas experiencias, dándole lugar a que las cosas buenas llegasen.

Ella miró por la ventana, prácticamente buscando alguna mirada de complicidad del destino. Las hojas de los árboles consentían el pedido de la joven con un suave movimiento de sus ramas evidenciando así la conexión del entorno natural. Se recostó lentamente sobre la cama perfectamente desordenada. De alguna manera, todo parecía armado con demasiada cautela y dedicación, como las las velas iluminando tenuemente aquella habitación, permitiendo así que la luz reflejada de la Luna pudiera fusionarse con el ambiente.

Casi por instinto, y otro poco por cautela, estremeció su cuerpo al escuchar un estruendo parecido a la caída de un rayo. Luego, un golpe seco y terminante. No había lluvia ni relámpagos a la vista. Erróneamente, miró hacia la puerta entre abierta que permitía ver el pasillo. No vio nada, no debería ver nada, un poco por las oscuridad latente instalada fuera de su cuarto y otro poco gracias a la luz tímidas de aquellas velas que no llegaban a alumbrar mucho más que una pequeña dimensión del ambiente. Se paró rápidamente, posó frente aquella puerta y sintió como el miedo ante lo desconocido le recorrió gran parte de su cuerpo, dejándola inmóvil por unos instantes. Eran la 1 a.m. y vivía sola.  Sus 25 años, su profesión marcada por la rutina de oficina y su amor incondicional por el arte y la literatura, hacían de esa casa, su lugar en el mundo. Una casa inmensa para la soledad de su alma. Un parque de dimensiones envidiables la separaban de todo tipo de contacto humano. Típica casa de añares, con facciones que delataban su antigüedad, pero increíblemente moderna y ordenada por dentro. Un barrio tranquilo, seguro, ideal para aquellos que sólo buscan encontrarse y vivir. Entonces, no había razón para temer; sin embargo, estaba a punto de entender que las sorpresas llegan justo cuando pensamos que no hay nada que esperar. Y para descubrirlo, sólo tuvo que voltear hacia la ventana para ser participe lo que estaba a punto de pasar...

miércoles, 18 de marzo de 2015

Pequeñas ausencias, grandes vacíos

Hace mucho tiempo que no me enfrento a tu ausencia. Aquellos tiempos, duros y tristes, quedaron definitivamente en el pasado. Hoy me encuentro ante una pequeña ausencia, se que muy pronto estarás otra vez acá, volteando todo de cabeza nuevamente. Pero gracias a esta calma que quedó, llego a descubrir todos esos detalles que hacen que cuando no estas, el vacío sea infinitamente grande.

Cosas simples como el sonido de tu risa, la luz de tu mirada y la belleza de tus palabras. Los juegos eternos que nunca paran. La dinámica intensa que propone tu presencia me obliga a mantenerme en constante movimiento; y aunque luego necesito un descanso, creeme que no imagino la vida de otra manera. De repente recuerdo cosas tuyas, imprevistas y hermosas, entendiendo aún más todo eso que significas para mí.

Tenes esa chispa que enciende mis ganas de vivir. Sea acá, o a kilómetros de distancia.

lunes, 16 de marzo de 2015

La transición

Hola. Es la primera vez en mi historia que comienzo saludando al escribir. Y es que siento prácticamente como si estuviera hablando cara a cara con vos, que estas leyendo esto. No te conozco, o quizás sí. Probablemente a la distancia, tengamos muchas cosas en común, hayamos pasado por cosas similares y hasta incluso, casi de una manera cósmica, hayamos compartido sensaciones a través del aire.

Lo que tengo enfrente de mis ojos hoy, es algo totalmente distinto, y es por eso que quizás merecía ser contado de una manera particular, ¿Sabes? Estoy parado en ese momento clave de la vida, que los tenemos todos, claro. Me veo distinto, extraño. Pero no de una manera anómala, sino perfectamente normal. ¿A qué me refiero? A crecer.

Me dí cuenta, de que realmente estoy creciendo. Y no de la manera en la que todos nos solemos dar cuenta de eso, al mirar el frío y distante número de nuestra edad. O al ver las pesadas cargas de las responsabilidades y obligaciones que marcarían una vida adulta. Me veo grande, más allá de lo que dice el espejo en la comparación inmediata ante una foto de años atrás. Me siento grande, en las decisiones que tomo, en la manera que analizo las cosas, en las prioridades que rescato, en la postura ante las contingencias. Ante todo. Pero sobre todo, ante este preciso análisis. Cual paciente bajo anestesia, que esta lo suficientemente consiente para notar que esta siendo operado, pero no dispone de los medios como para hacer movimiento alguno. Soy consiente del cambio, de la transición interna que transito, pero no puedo hacer nada al respecto.

Mientras que hay otra parte de mí, tan profunda y tan mía, que sí se rebela frente al paso del tiempo, la experiencia de las cosas vividas y la sabiduría. Aquella parte que siempre querrá ser un niño, que no entiende las razones de una situación que, pareciera no tener mucha razón. Y por momentos logra ganar la batalla, permitiéndome ser, aunque sea por momentos, un chico más. No se da por vencido, y entre nosotros, espero que nunca lo haga. Sirviéndome una y otra vez de los valores y principios, que sin darse cuenta, llevan como estandarte todos y cada uno de los infantes.

En un mundo donde nos acostumbramos a vivir lo que nos toca, sin preguntar si existe algo mejor, no deberíamos perder nunca aquellas cosas a las que vale la pena aferrarse para no soltarlas más.

Gracias, otra vez, por haber pasado por acá. Nos volveremos a cruzar seguramente en algún otro párrafo.