martes, 2 de junio de 2015

Trascender

Hay ciertas cosas que se llevan eternamente impregnadas dentro del ser. Como un tatuaje que queda debajo de la piel, oculto pero presente. Una bandera que como estandarte flamea a través del paso del tiempo y la historia. Cimientos de recuerdos sólidos que echaron raíces en tierra árida, que se repiten y multiplican en pensamientos o sueños, bifurcandose, transformándose en algo más. Un idealismo natural.

Trascender.

No hay requisito excluyente para transcender. Puede ser una persona, un lugar, un momento, un objeto, una acción, un tal vez. Una semilla que cayó, y mediante el riego de la imaginación, crece una historia tan posible como irreal. Una carta, una canción. Un abrazo, un beso, una relación que pudo ser más de lo que realmente fue. Ese vació tan presente que llena nuestros pensamientos.

Otra vez, no hay condiciones para transcender. El tiempo es participe alterno, y para transcender, no se necesita ser correspondido. Va más allá de la razón, mucho más profundo que el corazón. No se puede buscar lo invisible, como tampoco se puede ubicar con precisión algo que se expande por todos lados.

Trascender. Trascender es volver repetidas veces como espasmos sin importar el paso del tiempo. Es convulsionar y degradar hasta la más dura roca. Es volver visible todo aquello que no vemos de nosotros mismos. Es recordar porque somos lo que somos, porque hacemos lo que hacemos y porque sentimos lo que sentimos. Traspasar épocas, estilos, resistir en el aire sin tocar el suelo. Es que pasen las cosas, pero eso siempre va a quedar. Llevarlo con vos a todos lados, en todo momento, que ni borrando todos lo recuerdos ni quemando la memoria puedan hacerlo a un lado.

Son cosas que no se buscan, pasan. A veces no tienen motivos estrictos, ni razones aparentes. Y en el misterio radica la magia de transcender.