jueves, 17 de julio de 2014

Llanto de guerra

La humanidad ya sabe del dolor. Entiende, recuerda y llora. Hemos sufrido más de una guerra, de esas que desgarran hasta el alma, rompiendo en pequeños cristales la historia. Las muertes, los destrozos, el dolor y la tragedia, una vez más, envueltas bajo el manto del odio desmedido hacia la vida, la crueldad, la falta de empatía y violencia.

Hay guerras declaradas, formalizadas y públicas. Esas nos indignan, nos sumergen bajo un mar de impotencia. También están muchas otras guerras, silenciosas pero igual de desmedidas y violentas. La sociedad, expresada como ente imaginario la cual conformamos entre todos, se ve dañada ante estos actos sin razón de aquellos que solo buscan dañar, romper y destruir. El mero hecho de destruir por diversión, por vocación. Hasta se podría pensar en personas con una naturaleza en sí maligna, la cual se pudo desarrollar debido a esta violencia generalizada. Quizás simplemente sean malas personas sin más.

Enfrentamientos entre pares, esos mismos que quizás, te pudiste cruzar en la calle. Incluso, hasta pudieron haberse saludado amablemente. Aquel que hoy te extiende su mano para saludarte, en el mañana puede extender su mano para matarte; la ironía de la vida representada en su máxima expresión.

Y nos indignamos con todas las guerras. Sin importar si son guerras formalizadas o desapercibidas. Pero la indignación dura tanto como la brisa del viento en la mano. rápidamente nos olvidamos de todo, lo dejamos pasar. Sin embargo, nos volveremos a indignar en muy poco tiempo, por algo nuevo esta vez.

Mientras que las cicatrices se van acumulando, la pregunta es cuántas más vamos a poder soportar. Habrá un mundo para las próximas generaciones o solo una montaña de escombros con algunos sobrevivientes resignandose a no perder la batalla de resistir. La guerra lo destruye todo, derrumba nuestros logros, quiebra nuestra historia y quema la esperanza. Si nosotros no somos capaces de terminar con la guerra, la guerra acabará terminando con nosotros.

jueves, 19 de junio de 2014

Comportamiento, personalidad y multiplicidad: Parte I

¿Cómo se considera la individualidad de una persona? Hablando estrictamente desde el plano científico, todos estaríamos de acuerdo en determinar que somos individuos por el mero hecho de que somos organismos indivisibles.

Yendo un poco más a fondo con el tema, pensemos un poco desde el plano psicológico. Si bien, disponemos de una sola mente, la misma tiene una capacidad tan sorprendente y compleja, en la que se ha hablado en muchas ocasiones el hecho de una persona con múltiples personalidades. La personalidad es un conjunto de características psíquicas de una persona, la cual definen y determinan su comportamiento ante cada circunstancia. Este comportamiento es dinámico, se mantiene en continuo cambio ya que nos vemos influenciados por el ambiente, las experiencias y las personas que nos rodean. La psicología a intentado darle una forma a cada personalidad, para poder entenderla, analizarla, e incluso llegar hasta definir un patrón en su comportamiento.

Si pensamos en personalidades definidas, entonces podríamos plantear una posible situación. Una persona con más de una personalidad. Por ejemplo, podríamos imaginar alguien que con cierto grupo de personas se comporta de una manera determinada, siendo radicalmente diferente en cualquier otro entorno. Este caso podríamos pensarlo como dos personalidades juntas dentro de un mismo cuerpo diferentes entre sí, o como una única personalidad compleja que no puede ser encasillada ni definida estrictamente, porque claro, hablando de personalidad tenemos en cuenta en la dinámica a la que se ve sometida constantemente.

En este caso, plantearé la idea de una persona con múltiples personalidades. No significa sin embargo, que la considere como la opción correcta, simplemente me interesa abordar ambas posibilidades.

Siendo una persona con varias personalidades, tenemos que entender entonces que cada personalidad siente, piensa y actúa de manera diferente a la otra. Procesan la información de manera distinta e independiente, lo que puede ocasionar que una misma persona, ante hechos similares en condiciones favorables reaccionen de manera totalmente radical. Puede darse el caso que una de esas personalidades sea consciente de la multiplicidad en su comportamiento pero que sin embargo no pueda detenerlo ya que es algo totalmente involuntario. Más aún, las personalidades pueden enfrentarse entre sí, ya que una tratará de predominar más que la otra. Ganará la más fuerte, o la que más convicción llegue a tener.

Ahora bien, así como puede darse el caso de personalidades enfrentadas, no sería para nada disparatado pensar entonces en personalidades que se sienten atraídas, dentro de un mismo individuo. La famosa frase de "está enamorado de sí mismo" no se trataría más que de dos personalidades, en la que una está enamorada de la otra. Es acaso por una carencia de afecto sincero por parte de alguien más o por un simple hecho de narcisismo innato.

Pero, en ese caso, ¿Podríamos afirmar que una persona es sólo una persona? ¿Sería real pensar entonces que podemos tener contacto con personas diferentes aunque físicamente sea la misma persona? ¿Existen las personalidades multiples dentro de la misma personas o estamos hablando sólo de una gran personalidad con mayor complejidad?

lunes, 2 de junio de 2014

Fragilidad

En menor o mayor medida somos seres frágiles. Y en un mundo de apariencias, hasta el ser más duro por fuera, puede estar destrozado por dentro. Estamos sometidos a una presión constante, una presión propia o ajena --y en el peor de los casos ambas-- que nos exige resultados positivos. Nos vemos sometidos a soportar la brutalidad, el horror y la venganza. El odio y el amor son polos tan extremos como involuntarios. No se puede amar intencionadamente de manera genuina, ni tampoco odiar adrede. Simplemente surge. Sentir nos desgasta emocionalmente, y eso nos vuelve aún más frágiles.

El rigor físico, mental y emocional que nos propone el sistema dominante instalado alrededor del mundo influye directamente en nuestra homeostasis. Si queremos triunfar debemos sacrificarnos, para luego quizás ganar mucho menos de todo lo que tuvimos que sacrificar. El ganar en demasía también puede producir que perdamos de vista lo verdaderamente importante, alejándonos, aislándonos, exponiéndonos más vulnerables, aún más frágiles. Cada segundo que pasa nos consume un poco más como la llama de una vela esperando su destello final, desde el minuto en que nacemos comienza la cuenta regresiva de caducidad. Pero eso no debe deteneros, tampoco el miedo ni el dolor.

Creo que nacimos para rompernos, para luego re-armarnos y salir a rompernos otra vez. Y en esa dinámica descubrirás que dejando el miedo de lado, podrás descubrir cosas que no imaginaste encontrar. Nuevos matices, nuevos lugares, nuevas personas, nuevas experiencias. Y cuando nos rompamos del todo, sin posibilidades de re-armarnos ya, podemos dar una última sonrisa porque hemos hecho todo aquello que queríamos hacer.

jueves, 8 de mayo de 2014

Ecos

Dije algo que no entendí, conceptualmente no sabría que significa. Somos capaces de elaborar pensamientos que ni siquiera entendemos, o eso parece. Como un deja vu ese pensamiento vuelve hacia mí una y otra vez, se repite, y sigo sin poder descifrarlo.

Se vuelve un misterio, un enigma que mi mente se niega a soltar. Me obsesiona, me perturba. Quizás eso pasa cuando en una persona racional es el corazón quien habla. Pareciendo tan fuera de lugar, como si fuera un pensamiento de un extraño implementado en otro lugar.

Con el tiempo aprendí a convivir con ese pensamiento, aprendí a creer en él. Hay fuerzas que no entendemos, que resultan imposibles de disuadir como la gravedad. 

Tus palabras siguieron replicándose en mí como ecos de mi propia voluntad.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Para seguir

Cuando pude no quise, y ahora que quiero no puedo. Y todo ese tiempo que paso, llevando una mochila con algunos recuerdos en blanco y negro, unos libros de auto ayuda y un cassette con reproches de cosas que pudieron pasar pero no fueron.

Zapatillas desgastadas de tanto andar, dando vueltas siempre en el mismo lugar. Pero las miras y te dan la sensación de que recorrieron el mundo. De sueños rotos te puedo decir, que podes pasar una vida entera tratando de rearmarlos otra vez. Para finalmente ver, que ya nada volverá a como solía ser.

Me dí cuenta que soltar puede salvarte la vida para no terminar en el fondo del mar. Y aprendí que estando en el fondo no queda otra alternativa que resignarse o salir a flote una vez más. Que no importan los salvavidas siempre que tengas deseos de seguir, recordando los buenos motivos por los cuales vale la pena vivir.

Y no te juzgo si en una de esas te olvidas de sonreír, pero no te olvides que todos tenemos una oportunidad más siempre y cuando tengamos deseos de vivir. Todo puede cambiar de un momento a otro sin más, girando tu vida ciento ochenta grados sin preguntar.

Lo entendí y lo solté. Deje la mochila y caminé. Para que mis zapatillas sepan ahora sí lo que es andar, sin girar siempre en el mismo lugar.

martes, 6 de mayo de 2014

La relatividad de perder el tiempo

Alguien dijo una vez que el tiempo es relativo. Y pensándolo mejor, todo aquello que involucre al tiempo puede verse afectado por esta relatividad. Nuestras vidas, por ejemplo. Cuantas veces escuche decir que estaba perdiendo el tiempo (valioso tiempo, sin dudas) de mi vida en cosas sin sentido, sin una finalidad. ¿Realmente existen las cosas sin finalidad o existen las personas que no pueden verlas?

Sin embargo, muchas veces sentí que mi vida no iba hacia ningún lado, que no tenía una dirección. Por alguna razón, crecí con la idea de que si no vas hacia una dirección concreta estas perdido. Y si estas perdido, nada está bien. No hacia nada con mi vida, al menos así me consideraba bajo la intensa influencia del mundo que mira y juzga, que critica y empuja, que obliga y derrumba.

Los problemas, que surgieron en mi vida, hicieron que de alguna manera empezará a tener un sentido mis días. Tenía algo por lo que luchar finalmente, eso le daba una finalidad a mi vida, transformándome en alguien socialmente aceptado, más allá que fuera por motivos nefastos todo iba de acuerdo al plan. Las obligaciones del mundo adulto también hicieron lo suyo. Me transformaron en alguien que no hacia nada, en alguien que empezó a hacer nada. Y nada, porque entre tantas cosas que me vi obligado a hacer, deje de tener tiempo en lo que quería realmente, en todo aquello me apasionaba. Entonces, qué significa hacer algo con tu vida. ¿Hacer un montón de cosas  bien vistas culturalmente pero que no significan nada para vos o solo algunas cosas que lo representan todo para vos aunque para el mundo signifiquen nada?

De pronto lo vi. Solucione mis problemas, pero no pude escapar de la dinámica que proponen las obligaciones. Sin embargo eso no me detuvo, sabia que no me podía resignar. Me invente mi tiempo, mi propio tiempo, más allá de todo para ser yo. Y por primera vez, a pesar de hacer algo que no tiene una finalidad para el mundo, yo siento que lo tengo todo, definiendome como ser.

viernes, 11 de abril de 2014

La Hoja

Eran apenas unos jóvenes risueños, la vida resplandecía en la cima de sus años dorados. Se amaban. En su camino derrochaban luz y felicidad, tomados de la mano, entrelazados, convalidando así el pacto tácito de tenerse el uno al otro para siempre. El amor parecía infinito, y de hecho, así fue.

Se recostaron sobre el pasto de una vieja plaza que fue testigo de aquel momento inminente. Las sonrisas sólo cesaban para darle lugar a los besos más sinceros que la naturaleza haya sido capaz de presenciar. Sobre ellos, un árbol tan viejo como la plaza misma los recubría, casi protegiéndolos. Parecía como si el árbol pudiera nutrirse de ese amor y así estar más vivo que nunca. Él la miró fijamente, intuyendo que ella le diría algo importante. Las palabras practicamente cayeron de la boca de aquella muchacha repleta de ilusiones.

--Mira, ¿ves aquella hoja? La que está sobre nosotros.-- El muchacho asintió cálidamente. --Este será nuestro lugar en el mundo, nuestro punto de partida y de llegada. Acá, en este árbol, que representará nuestro amor. Y esa hoja, permanecerá siempre aferrada a su rama como nosotros permaneceremos unidos el uno al otro. Nada la hará caer, ni la tormenta más grande, ni siquiera el infalible otoño. Cuando te sientas perdido, mira esa hoja y sabrás que te amaré.--

Los años transcurrieron, más de 6 décadas pasaron en un abrir y cerrar de ojos desde aquel día de la plaza. Ellos volvieron, al menos una vez por año, para celebrar su unión en aquel árbol. La hoja, aquella hoja que representaba todo su amor seguía allí, aferrada, fuerte, más viva que nunca. Si habrán pasado otoños e inviernos, vientos y tormentas localmente fuertes, pero la hoja seguía ahí, sostenida por la fuerza de su amor. Un hecho increíble para cualquier otra persona en el planeta, pero a ellos no los sorprendía. Sabían que su amor podía producir todo tipo de milagros, estaban convencidos de ello.

Los días grises llegan para todos, incluso para esta pareja feliz. Ella hace años que luchaba contra un tumor cerebral maligno. Nunca se lo había dicho, no quería que él se preocupará, que borrara aquella sonrisa de su ya envejecido rostro. La lucho sola, como pudo, hasta que el tiempo se termino. Él lloro como nunca antes en su vida. Cuanto podía llorar alguien por el amor de su vida, comprendió que el llanto puede ser eterno.

Se sintió perdido, como nunca antes. Cuando pudo secar sus lágrimas, recordó las indicaciones de su amada en los mejores momentos de su vida. Fue hasta aquél árbol, tenía miedo de si la hoja seguiría allí. Al llegar, las lágrimas volvieron a salir involuntariamente. La hoja, aquella hoja que se mantenía viva a través del amor, seguía allí, tan firme como siempre. Después de todo, comprendió que el amor es incluso más fuerte que la muerte.

Volvió a aquel lugar todos los días durante 5 años. Apenas si podía caminar, pero eso no le impedía hacer las 20 cuadras a pie que separaban su casa -aquella casa donde pasaron una vida juntos- de la plaza mítica, del árbol, de su hoja.  El dolor de sus articulaciones no era mayor a la tristeza que había en su corazón. Ni un sólo día dejo de extrañarla, de quererla. La única manera de demostrarlo que tenía era yendo a ese árbol. Y siempre que viera la hoja aferrada a la rama, él sabría que ella aún lo amaba.

Murió recostado sobre el pasto, mientras miraba por última vez la hoja firme flameando por el viento. Sonrió, y se dejo caer en un sueño profundo del cual ya no despertaría. En ese preciso instante, la hoja se desprendió de la rama. Se mantuvo en el aire por unos segundos, como observando aquel cuerpo desganado pero con una expresión de serenidad que asombraba. La hoja descendió lentamente, hasta reposar finalmente sobre el pecho de aquel que supo ser un joven amante.

El amor entre ellos seguía vivo a pesar de la muerte, pero ahora flotaba con el viento, al igual que la hoja.