martes, 2 de junio de 2015

Trascender

Hay ciertas cosas que se llevan eternamente impregnadas dentro del ser. Como un tatuaje que queda debajo de la piel, oculto pero presente. Una bandera que como estandarte flamea a través del paso del tiempo y la historia. Cimientos de recuerdos sólidos que echaron raíces en tierra árida, que se repiten y multiplican en pensamientos o sueños, bifurcandose, transformándose en algo más. Un idealismo natural.

Trascender.

No hay requisito excluyente para transcender. Puede ser una persona, un lugar, un momento, un objeto, una acción, un tal vez. Una semilla que cayó, y mediante el riego de la imaginación, crece una historia tan posible como irreal. Una carta, una canción. Un abrazo, un beso, una relación que pudo ser más de lo que realmente fue. Ese vació tan presente que llena nuestros pensamientos.

Otra vez, no hay condiciones para transcender. El tiempo es participe alterno, y para transcender, no se necesita ser correspondido. Va más allá de la razón, mucho más profundo que el corazón. No se puede buscar lo invisible, como tampoco se puede ubicar con precisión algo que se expande por todos lados.

Trascender. Trascender es volver repetidas veces como espasmos sin importar el paso del tiempo. Es convulsionar y degradar hasta la más dura roca. Es volver visible todo aquello que no vemos de nosotros mismos. Es recordar porque somos lo que somos, porque hacemos lo que hacemos y porque sentimos lo que sentimos. Traspasar épocas, estilos, resistir en el aire sin tocar el suelo. Es que pasen las cosas, pero eso siempre va a quedar. Llevarlo con vos a todos lados, en todo momento, que ni borrando todos lo recuerdos ni quemando la memoria puedan hacerlo a un lado.

Son cosas que no se buscan, pasan. A veces no tienen motivos estrictos, ni razones aparentes. Y en el misterio radica la magia de transcender.

viernes, 22 de mayo de 2015

La revolución de las mujeres

Ni una menos. Grito de guerra, lamentablemente literal. Como sociedad hemos perdido el rumbo, si es que alguna vez lo tuvimos. Y en este contexto de violencia, locura y desamparo, algunos cuantos injustificables intentan imponer su malicia en el mundo, lo triste es que lo logran. Deberían ser desterrados del planeta, encerrados en la más profunda oscuridad, para que sus propios pensamientos macabros se los devoren lentamente.

La mujer se ha visto menos respecto al hombre en algún punto de la historia universal. Esos tiempos tan atrás han quedado, se hicieron presentes, levantaron su voz y dijeron 'acá estoy'. Pero hoy, se ven, y nos vemos, acorralados bajo un nuevo paradigma del terror. Aquellos intolerantes de la vida, que no soportan la libertad del otro, acorralados bajo su propio odio empezaron a denigrar, atacar, violar... matar. Los casos se repiten, y por muy desquiciado que se oiga, muchos intentaron justificarlos. Que ellas se lo buscaron, que ellas lo provocaron, que ellas suplicaron ser maltratadas, y ahí, en el papel de redentor, aparecen esos hombres imperdonables a darles lo que estaban buscando. La palabra hombre les queda grande. La palabra personas les queda grande.

No hay falda lo suficientemente corta que los habilite a acosar ninguna mujer. No hay escote lo suficientemente pronunciado que les permita manosear la integridad de ninguna chica. No existe pantalón lo suficientemente apretado que les conceda la protestad de sentirse dueño de ninguna niña. Ni acá ni en ningún lugar del mundo.

Entonces, ¿qué quieren justificar?

Ni una menos. Ni una menos que sienta terror al salir a la calle, que sienta pánico de ser blanco de ataques del sexo contrario por sus gustos, vestimenta o personalidad. Ni una menos que sea víctima del complejo de inferioridad de muchos hombres impotentes. Ni una menos que se vea privada de vivir plenamente su vida.

La revolución de las mujeres no va a parar. Son inteligentes, son bellas, pero sobre todo son fuertes. Y no están solas, tienen el apoyo de aquellos que las respetamos, queremos y valoramos; tienen el apoyo de la unión, del ímpetu de no dejarse maltratar; y además, tienen el apoyo del recuerdo de todas esas chicas, que victimas e inocentes, marcaran y guiaran el camino para cambiar la realidad.

Nunca van a poder justificar sus actos. Nunca van a poder convencernos de tolerar esta realidad. Nunca van a obligarnos a aceptar vivir con miedo. Nunca vamos a parar.

Ya no más. Ni una menos.

martes, 14 de abril de 2015

Ella (Parte I)

La noche permanece silenciosa y expectante, como si esperará consiente aquello que resultaba ineludible. La luna era una participe necesaria y fundamental, que mezclándose junto con el brillo de las estrellas en la inmensidad del espacio lograban que aquellas noches fueran perfectas, como esta. Una brisa que acariciaba suavemente la piel se escurría como si quisiera barrer sutilmente todas las malas experiencias, dándole lugar a que las cosas buenas llegasen.

Ella miró por la ventana, prácticamente buscando alguna mirada de complicidad del destino. Las hojas de los árboles consentían el pedido de la joven con un suave movimiento de sus ramas evidenciando así la conexión del entorno natural. Se recostó lentamente sobre la cama perfectamente desordenada. De alguna manera, todo parecía armado con demasiada cautela y dedicación, como las las velas iluminando tenuemente aquella habitación, permitiendo así que la luz reflejada de la Luna pudiera fusionarse con el ambiente.

Casi por instinto, y otro poco por cautela, estremeció su cuerpo al escuchar un estruendo parecido a la caída de un rayo. Luego, un golpe seco y terminante. No había lluvia ni relámpagos a la vista. Erróneamente, miró hacia la puerta entre abierta que permitía ver el pasillo. No vio nada, no debería ver nada, un poco por las oscuridad latente instalada fuera de su cuarto y otro poco gracias a la luz tímidas de aquellas velas que no llegaban a alumbrar mucho más que una pequeña dimensión del ambiente. Se paró rápidamente, posó frente aquella puerta y sintió como el miedo ante lo desconocido le recorrió gran parte de su cuerpo, dejándola inmóvil por unos instantes. Eran la 1 a.m. y vivía sola.  Sus 25 años, su profesión marcada por la rutina de oficina y su amor incondicional por el arte y la literatura, hacían de esa casa, su lugar en el mundo. Una casa inmensa para la soledad de su alma. Un parque de dimensiones envidiables la separaban de todo tipo de contacto humano. Típica casa de añares, con facciones que delataban su antigüedad, pero increíblemente moderna y ordenada por dentro. Un barrio tranquilo, seguro, ideal para aquellos que sólo buscan encontrarse y vivir. Entonces, no había razón para temer; sin embargo, estaba a punto de entender que las sorpresas llegan justo cuando pensamos que no hay nada que esperar. Y para descubrirlo, sólo tuvo que voltear hacia la ventana para ser participe lo que estaba a punto de pasar...

miércoles, 18 de marzo de 2015

Pequeñas ausencias, grandes vacíos

Hace mucho tiempo que no me enfrento a tu ausencia. Aquellos tiempos, duros y tristes, quedaron definitivamente en el pasado. Hoy me encuentro ante una pequeña ausencia, se que muy pronto estarás otra vez acá, volteando todo de cabeza nuevamente. Pero gracias a esta calma que quedó, llego a descubrir todos esos detalles que hacen que cuando no estas, el vacío sea infinitamente grande.

Cosas simples como el sonido de tu risa, la luz de tu mirada y la belleza de tus palabras. Los juegos eternos que nunca paran. La dinámica intensa que propone tu presencia me obliga a mantenerme en constante movimiento; y aunque luego necesito un descanso, creeme que no imagino la vida de otra manera. De repente recuerdo cosas tuyas, imprevistas y hermosas, entendiendo aún más todo eso que significas para mí.

Tenes esa chispa que enciende mis ganas de vivir. Sea acá, o a kilómetros de distancia.

lunes, 16 de marzo de 2015

La transición

Hola. Es la primera vez en mi historia que comienzo saludando al escribir. Y es que siento prácticamente como si estuviera hablando cara a cara con vos, que estas leyendo esto. No te conozco, o quizás sí. Probablemente a la distancia, tengamos muchas cosas en común, hayamos pasado por cosas similares y hasta incluso, casi de una manera cósmica, hayamos compartido sensaciones a través del aire.

Lo que tengo enfrente de mis ojos hoy, es algo totalmente distinto, y es por eso que quizás merecía ser contado de una manera particular, ¿Sabes? Estoy parado en ese momento clave de la vida, que los tenemos todos, claro. Me veo distinto, extraño. Pero no de una manera anómala, sino perfectamente normal. ¿A qué me refiero? A crecer.

Me dí cuenta, de que realmente estoy creciendo. Y no de la manera en la que todos nos solemos dar cuenta de eso, al mirar el frío y distante número de nuestra edad. O al ver las pesadas cargas de las responsabilidades y obligaciones que marcarían una vida adulta. Me veo grande, más allá de lo que dice el espejo en la comparación inmediata ante una foto de años atrás. Me siento grande, en las decisiones que tomo, en la manera que analizo las cosas, en las prioridades que rescato, en la postura ante las contingencias. Ante todo. Pero sobre todo, ante este preciso análisis. Cual paciente bajo anestesia, que esta lo suficientemente consiente para notar que esta siendo operado, pero no dispone de los medios como para hacer movimiento alguno. Soy consiente del cambio, de la transición interna que transito, pero no puedo hacer nada al respecto.

Mientras que hay otra parte de mí, tan profunda y tan mía, que sí se rebela frente al paso del tiempo, la experiencia de las cosas vividas y la sabiduría. Aquella parte que siempre querrá ser un niño, que no entiende las razones de una situación que, pareciera no tener mucha razón. Y por momentos logra ganar la batalla, permitiéndome ser, aunque sea por momentos, un chico más. No se da por vencido, y entre nosotros, espero que nunca lo haga. Sirviéndome una y otra vez de los valores y principios, que sin darse cuenta, llevan como estandarte todos y cada uno de los infantes.

En un mundo donde nos acostumbramos a vivir lo que nos toca, sin preguntar si existe algo mejor, no deberíamos perder nunca aquellas cosas a las que vale la pena aferrarse para no soltarlas más.

Gracias, otra vez, por haber pasado por acá. Nos volveremos a cruzar seguramente en algún otro párrafo.


miércoles, 11 de febrero de 2015

Armarse

Nacemos sumamente desprotegidos, vulnerables; seremos una de las especies más dependientes en nuestros primeros años de vida. Desarrollamos a través del paso del tiempo un instinto de conservación, de supervivencia. Se trata de sobrevivir. Muchas veces, en el afán de resistir, nos volvemos extremistas, inclusive podemos llegar a transformarnos en personas crueles y despiadadas. Aquel que prioriza el bienestar general sobre los intereses personales, puede verse debilitado en su condición de preservación.

Al crecer, uno de los grandes desafíos termina siendo el arte de decidir. Resulta un arte, llena de matices, de dudas, grises de tragedias, tintes coloridos de alegría. No es fácil, elegir un camino implica perderse otro.Y pensándolo a gran escala, nuestra existencia afecta directamente la de aquellos que nos rodean. Somos responsables inocentemente de nuestro propio destino y de aquellos que nos rodean.

Vivir sólo cuesta la vida, es verdad. Pero también nos cuesta la de los demás. Nos veremos rodeados de incertidumbre, de indecisión. Nos cruzaremos cara a cara con la locura, el desprecio y el dolor. Será momento para afianzarnos como personas, pero sobre todo definirnos desde la esencia misma y profunda. Formamos nuestra propia alma, porque a veces resulta lógico pensar que existan cosas que no tengan lógica. Deberemos armarnos frente a la adversidad que nos propondrá la vida. Armarnos de valor, porque siempre resultará más difícil hacer lo correcto, sintiendo la tentación de lo fácil. Sólo que hay momentos en los cuales es necesario tomar el camino de tierra y roca, saliendo del camino pavimentado que nos ofrece nuestra zona de confort.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Obsesión 3.0

Conectandose a la red. Abrir market, instalando aplicación. Agregar, refrescar, iniciar chat.

-- Hola, ¿Cómo estas? --entregado con éxito. Los minutos pasan y no hay respuesta. Relojeando el estado, mirando detalladamente la foto de perfil; no hay detalle que se pierda en el olvido. El tiempo sigue su curso, no hay respuesta.

Cerrar, abrir, cerrar, abrir. Consumiendo el tiempo cual fuego al oxígeno. La expectativa latente mientras la ansiedad aumenta exponiencialmente. Escribiendo nuevo mensaje. Borrar, borrar, escribir de nuevo. Borrar todo. Cerrar y esperar.

El mensaje fue visto. La ilusión en alza mientras la imaginación se dispara. Cuántas posibles respuestas. El ojo imperturbable a la espera del mensaje salvador. La mismisima gloria, pura satisfacción. De nuevo los minutos se desgastan, se van clavando astillando directo al corazón.

Son las 3 AM. Horas y horas esperando el milagro. Última conexión, parece muy lejano ya. No va a contestar. Se pierden las esperanzas, juntando así la desolada resignación. Cerrar los ojos, sólo resta dormir.

Luz que titila, la esperanza renace, notificación que aviva el corazón y alimenta el alma. Predecible y fría respuesta; eso bastaba para conformar. Replica inmediata, sorpresa y alegría. El momento de extasis donde se consigue el objetivo.

Vuelve a instalarse la cruda espera. Al fin y al cabo se desconocen mutuamente, pero ¿no es aquello que se desconoce lo que más obsesión genera?