martes, 14 de abril de 2015

Ella (Parte I)

La noche permanece silenciosa y expectante, como si esperará consiente aquello que resultaba ineludible. La luna era una participe necesaria y fundamental, que mezclándose junto con el brillo de las estrellas en la inmensidad del espacio lograban que aquellas noches fueran perfectas, como esta. Una brisa que acariciaba suavemente la piel se escurría como si quisiera barrer sutilmente todas las malas experiencias, dándole lugar a que las cosas buenas llegasen.

Ella miró por la ventana, prácticamente buscando alguna mirada de complicidad del destino. Las hojas de los árboles consentían el pedido de la joven con un suave movimiento de sus ramas evidenciando así la conexión del entorno natural. Se recostó lentamente sobre la cama perfectamente desordenada. De alguna manera, todo parecía armado con demasiada cautela y dedicación, como las las velas iluminando tenuemente aquella habitación, permitiendo así que la luz reflejada de la Luna pudiera fusionarse con el ambiente.

Casi por instinto, y otro poco por cautela, estremeció su cuerpo al escuchar un estruendo parecido a la caída de un rayo. Luego, un golpe seco y terminante. No había lluvia ni relámpagos a la vista. Erróneamente, miró hacia la puerta entre abierta que permitía ver el pasillo. No vio nada, no debería ver nada, un poco por las oscuridad latente instalada fuera de su cuarto y otro poco gracias a la luz tímidas de aquellas velas que no llegaban a alumbrar mucho más que una pequeña dimensión del ambiente. Se paró rápidamente, posó frente aquella puerta y sintió como el miedo ante lo desconocido le recorrió gran parte de su cuerpo, dejándola inmóvil por unos instantes. Eran la 1 a.m. y vivía sola.  Sus 25 años, su profesión marcada por la rutina de oficina y su amor incondicional por el arte y la literatura, hacían de esa casa, su lugar en el mundo. Una casa inmensa para la soledad de su alma. Un parque de dimensiones envidiables la separaban de todo tipo de contacto humano. Típica casa de añares, con facciones que delataban su antigüedad, pero increíblemente moderna y ordenada por dentro. Un barrio tranquilo, seguro, ideal para aquellos que sólo buscan encontrarse y vivir. Entonces, no había razón para temer; sin embargo, estaba a punto de entender que las sorpresas llegan justo cuando pensamos que no hay nada que esperar. Y para descubrirlo, sólo tuvo que voltear hacia la ventana para ser participe lo que estaba a punto de pasar...

miércoles, 18 de marzo de 2015

Pequeñas ausencias, grandes vacíos

Hace mucho tiempo que no me enfrento a tu ausencia. Aquellos tiempos, duros y tristes, quedaron definitivamente en el pasado. Hoy me encuentro ante una pequeña ausencia, se que muy pronto estarás otra vez acá, volteando todo de cabeza nuevamente. Pero gracias a esta calma que quedó, llego a descubrir todos esos detalles que hacen que cuando no estas, el vacío sea infinitamente grande.

Cosas simples como el sonido de tu risa, la luz de tu mirada y la belleza de tus palabras. Los juegos eternos que nunca paran. La dinámica intensa que propone tu presencia me obliga a mantenerme en constante movimiento; y aunque luego necesito un descanso, creeme que no imagino la vida de otra manera. De repente recuerdo cosas tuyas, imprevistas y hermosas, entendiendo aún más todo eso que significas para mí.

Tenes esa chispa que enciende mis ganas de vivir. Sea acá, o a kilómetros de distancia.

lunes, 16 de marzo de 2015

La transición

Hola. Es la primera vez en mi historia que comienzo saludando al escribir. Y es que siento prácticamente como si estuviera hablando cara a cara con vos, que estas leyendo esto. No te conozco, o quizás sí. Probablemente a la distancia, tengamos muchas cosas en común, hayamos pasado por cosas similares y hasta incluso, casi de una manera cósmica, hayamos compartido sensaciones a través del aire.

Lo que tengo enfrente de mis ojos hoy, es algo totalmente distinto, y es por eso que quizás merecía ser contado de una manera particular, ¿Sabes? Estoy parado en ese momento clave de la vida, que los tenemos todos, claro. Me veo distinto, extraño. Pero no de una manera anómala, sino perfectamente normal. ¿A qué me refiero? A crecer.

Me dí cuenta, de que realmente estoy creciendo. Y no de la manera en la que todos nos solemos dar cuenta de eso, al mirar el frío y distante número de nuestra edad. O al ver las pesadas cargas de las responsabilidades y obligaciones que marcarían una vida adulta. Me veo grande, más allá de lo que dice el espejo en la comparación inmediata ante una foto de años atrás. Me siento grande, en las decisiones que tomo, en la manera que analizo las cosas, en las prioridades que rescato, en la postura ante las contingencias. Ante todo. Pero sobre todo, ante este preciso análisis. Cual paciente bajo anestesia, que esta lo suficientemente consiente para notar que esta siendo operado, pero no dispone de los medios como para hacer movimiento alguno. Soy consiente del cambio, de la transición interna que transito, pero no puedo hacer nada al respecto.

Mientras que hay otra parte de mí, tan profunda y tan mía, que sí se rebela frente al paso del tiempo, la experiencia de las cosas vividas y la sabiduría. Aquella parte que siempre querrá ser un niño, que no entiende las razones de una situación que, pareciera no tener mucha razón. Y por momentos logra ganar la batalla, permitiéndome ser, aunque sea por momentos, un chico más. No se da por vencido, y entre nosotros, espero que nunca lo haga. Sirviéndome una y otra vez de los valores y principios, que sin darse cuenta, llevan como estandarte todos y cada uno de los infantes.

En un mundo donde nos acostumbramos a vivir lo que nos toca, sin preguntar si existe algo mejor, no deberíamos perder nunca aquellas cosas a las que vale la pena aferrarse para no soltarlas más.

Gracias, otra vez, por haber pasado por acá. Nos volveremos a cruzar seguramente en algún otro párrafo.


miércoles, 11 de febrero de 2015

Armarse

Nacemos sumamente desprotegidos, vulnerables; seremos una de las especies más dependientes en nuestros primeros años de vida. Desarrollamos a través del paso del tiempo un instinto de conservación, de supervivencia. Se trata de sobrevivir. Muchas veces, en el afán de resistir, nos volvemos extremistas, inclusive podemos llegar a transformarnos en personas crueles y despiadadas. Aquel que prioriza el bienestar general sobre los intereses personales, puede verse debilitado en su condición de preservación.

Al crecer, uno de los grandes desafíos termina siendo el arte de decidir. Resulta un arte, llena de matices, de dudas, grises de tragedias, tintes coloridos de alegría. No es fácil, elegir un camino implica perderse otro.Y pensándolo a gran escala, nuestra existencia afecta directamente la de aquellos que nos rodean. Somos responsables inocentemente de nuestro propio destino y de aquellos que nos rodean.

Vivir sólo cuesta la vida, es verdad. Pero también nos cuesta la de los demás. Nos veremos rodeados de incertidumbre, de indecisión. Nos cruzaremos cara a cara con la locura, el desprecio y el dolor. Será momento para afianzarnos como personas, pero sobre todo definirnos desde la esencia misma y profunda. Formamos nuestra propia alma, porque a veces resulta lógico pensar que existan cosas que no tengan lógica. Deberemos armarnos frente a la adversidad que nos propondrá la vida. Armarnos de valor, porque siempre resultará más difícil hacer lo correcto, sintiendo la tentación de lo fácil. Sólo que hay momentos en los cuales es necesario tomar el camino de tierra y roca, saliendo del camino pavimentado que nos ofrece nuestra zona de confort.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Obsesión 3.0

Conectandose a la red. Abrir market, instalando aplicación. Agregar, refrescar, iniciar chat.

-- Hola, ¿Cómo estas? --entregado con éxito. Los minutos pasan y no hay respuesta. Relojeando el estado, mirando detalladamente la foto de perfil; no hay detalle que se pierda en el olvido. El tiempo sigue su curso, no hay respuesta.

Cerrar, abrir, cerrar, abrir. Consumiendo el tiempo cual fuego al oxígeno. La expectativa latente mientras la ansiedad aumenta exponiencialmente. Escribiendo nuevo mensaje. Borrar, borrar, escribir de nuevo. Borrar todo. Cerrar y esperar.

El mensaje fue visto. La ilusión en alza mientras la imaginación se dispara. Cuántas posibles respuestas. El ojo imperturbable a la espera del mensaje salvador. La mismisima gloria, pura satisfacción. De nuevo los minutos se desgastan, se van clavando astillando directo al corazón.

Son las 3 AM. Horas y horas esperando el milagro. Última conexión, parece muy lejano ya. No va a contestar. Se pierden las esperanzas, juntando así la desolada resignación. Cerrar los ojos, sólo resta dormir.

Luz que titila, la esperanza renace, notificación que aviva el corazón y alimenta el alma. Predecible y fría respuesta; eso bastaba para conformar. Replica inmediata, sorpresa y alegría. El momento de extasis donde se consigue el objetivo.

Vuelve a instalarse la cruda espera. Al fin y al cabo se desconocen mutuamente, pero ¿no es aquello que se desconoce lo que más obsesión genera?

viernes, 28 de noviembre de 2014

¿Qué fue?

Al día de hoy me pregunto, qué estaba haciendo. Jamás habia hecho algo igual, medianoche, partiendo al encuentro más furtivo, posiblemente todo era parte de un sueño el cual me disponia a ver. ¿Dónde iba?

No sabia con que me iba a encontrar, era todo muy nuevo, la situación me descolocaba. Quizás haya sido esa la sensación que más me gusto. Era como una victoria frente a la rutina. Llegar y esperar, no conocer ni siquiera el lugar, ¿Qué más podía pasar?

Mucho paso, más de lo que hubiera podido asimilar. Lo intenso y fugaz no me permitió absorver con claridad los hechos. Me sumergí en la voragine del descuido, me entregue a lo desconocido y por un momento me sentí avivado como el fuego que crece en el momento exacto que se está por extinguir. ¿Quién eras?

Hubo un momento de inflexión, donde estuve por abandonar. Nada tenia sentido, no debería estar ahí, no estaba comodo, nunca lo estuve. Amague a pararme, practicamente decidido a irme, pero me interrumpio y se fue primero. Me quede un momento con mis pensamientos, juzgandome, viendome señalado con un laser frente a la multitud. Volvió, y presentí que su sensación era similar a la mía. Iba a irme, me tenia que ir. Pero me quede, se quedo y todo paso. ¿Y si hubiera sido distinto?

De repente todo se acelero. Hubo contacto, sinergía, la situación se avalanzo sobre mí. De golpe lo inesperado, miradas desconcertantes, un clima enrarecido por la confusión y la velocidad. De golpe el momento se detuvo. ¿Qué estaba pasando?

Era increíble, eramos uno. Pero murió como el tiempo que paso. Una sumatoria de factores surgieron con precisión y oportunismo para darse todo tal y como fue. Y así como empezó, terminó. Me desperte los días continuos con los ecos replicandose en mí, cada vez con menos intensidad. Como quien va olvidando un sueño, fuí olvidanome de esto también. Fueron quedando sólo los restos, porque las dudas fueron las únicas certezas. Y me termino preguntando, ¿Qué fue?

Desespero la espera

El momento incorrecto esperando lo indicado. Cierro los ojos para ver lo que la realidad no me muestra. Deseo profundo de cambiar; te ví, nos ví. Lejos y perdido en el tiempo, desespero la espera. 

No quiero perderme en un mar de impotencia, sumergirme en el tiempo y desconocerme. Pero lo hago. La noche es el lugar, el punto de encuentro para tanto ida y vuelta vertiginoso, resultando desconcertado y sufriendo la metamorfosis más severa.

Jugar a administrar la vida como quien apila unos ladrillos; arquitecto integral de vidas, influencias y destinos, empoderamiento y gloria. Héroe y villano, de un extremo a otro sin escalas. Batallas épicas con triunfos agónicos. Lógicamente, no tendría mucho sentido imaginar derrotas, aunque por momentos lo hago. Mi naturaleza más básica de asimilación del caos y el dolor, influyen hasta en las imaginaciones más risueñas. Alternativas múltiples, entrelazadas o paralelas, agrupadas o disjuntas.

Tiempos convulsionados, desafiando la física de lo posible. Universos colapsando unos con otros; devorándose, explotando, dejando cicatrices en el tejido mismo del espacio-tiempo. Pero ví la luz, tu luz, prácticamente al final de los límites de la imaginación. 

Vuelvo de golpe a lo real, desordenado y convulsionado, como quien frena de golpe en una montaña rusa de posibilidades. Me doy cuenta que vivo esperando momentos que ansío. La espera, aquella que te limita, te inmoviliza, te vuelve sujeto pasivo de tu propia vida. Te vuelve un ente inerte.

Ya no quiero esperar más. Quiero soltarme como el viento, dejarme llevar por la corriente y perderme en la infinidad del espacio. Para bien o para mal, pero más allá de los límites de la insignificancia. Quiero ir trás el horizonte y ver que hay del otro lado. Buscar el misterio de lo desconocido para perderme. Porque quizás, y sólo quizás, al perderme, pueda volverme a encontrar.