viernes, 28 de noviembre de 2014

¿Qué fue?

Al día de hoy me pregunto, qué estaba haciendo. Jamás habia hecho algo igual, medianoche, partiendo al encuentro más furtivo, posiblemente todo era parte de un sueño el cual me disponia a ver. ¿Dónde iba?

No sabia con que me iba a encontrar, era todo muy nuevo, la situación me descolocaba. Quizás haya sido esa la sensación que más me gusto. Era como una victoria frente a la rutina. Llegar y esperar, no conocer ni siquiera el lugar, ¿Qué más podía pasar?

Mucho paso, más de lo que hubiera podido asimilar. Lo intenso y fugaz no me permitió absorver con claridad los hechos. Me sumergí en la voragine del descuido, me entregue a lo desconocido y por un momento me sentí avivado como el fuego que crece en el momento exacto que se está por extinguir. ¿Quién eras?

Hubo un momento de inflexión, donde estuve por abandonar. Nada tenia sentido, no debería estar ahí, no estaba comodo, nunca lo estuve. Amague a pararme, practicamente decidido a irme, pero me interrumpio y se fue primero. Me quede un momento con mis pensamientos, juzgandome, viendome señalado con un laser frente a la multitud. Volvió, y presentí que su sensación era similar a la mía. Iba a irme, me tenia que ir. Pero me quede, se quedo y todo paso. ¿Y si hubiera sido distinto?

De repente todo se acelero. Hubo contacto, sinergía, la situación se avalanzo sobre mí. De golpe lo inesperado, miradas desconcertantes, un clima enrarecido por la confusión y la velocidad. De golpe el momento se detuvo. ¿Qué estaba pasando?

Era increíble, eramos uno. Pero murió como el tiempo que paso. Una sumatoria de factores surgieron con precisión y oportunismo para darse todo tal y como fue. Y así como empezó, terminó. Me desperte los días continuos con los ecos replicandose en mí, cada vez con menos intensidad. Como quien va olvidando un sueño, fuí olvidanome de esto también. Fueron quedando sólo los restos, porque las dudas fueron las únicas certezas. Y me termino preguntando, ¿Qué fue?

Desespero la espera

El momento incorrecto esperando lo indicado. Cierro los ojos para ver lo que la realidad no me muestra. Deseo profundo de cambiar; te ví, nos ví. Lejos y perdido en el tiempo, desespero la espera. 

No quiero perderme en un mar de impotencia, sumergirme en el tiempo y desconocerme. Pero lo hago. La noche es el lugar, el punto de encuentro para tanto ida y vuelta vertiginoso, resultando desconcertado y sufriendo la metamorfosis más severa.

Jugar a administrar la vida como quien apila unos ladrillos; arquitecto integral de vidas, influencias y destinos, empoderamiento y gloria. Héroe y villano, de un extremo a otro sin escalas. Batallas épicas con triunfos agónicos. Lógicamente, no tendría mucho sentido imaginar derrotas, aunque por momentos lo hago. Mi naturaleza más básica de asimilación del caos y el dolor, influyen hasta en las imaginaciones más risueñas. Alternativas múltiples, entrelazadas o paralelas, agrupadas o disjuntas.

Tiempos convulsionados, desafiando la física de lo posible. Universos colapsando unos con otros; devorándose, explotando, dejando cicatrices en el tejido mismo del espacio-tiempo. Pero ví la luz, tu luz, prácticamente al final de los límites de la imaginación. 

Vuelvo de golpe a lo real, desordenado y convulsionado, como quien frena de golpe en una montaña rusa de posibilidades. Me doy cuenta que vivo esperando momentos que ansío. La espera, aquella que te limita, te inmoviliza, te vuelve sujeto pasivo de tu propia vida. Te vuelve un ente inerte.

Ya no quiero esperar más. Quiero soltarme como el viento, dejarme llevar por la corriente y perderme en la infinidad del espacio. Para bien o para mal, pero más allá de los límites de la insignificancia. Quiero ir trás el horizonte y ver que hay del otro lado. Buscar el misterio de lo desconocido para perderme. Porque quizás, y sólo quizás, al perderme, pueda volverme a encontrar.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Simple

El arte de lo simple muchas veces se confunde y se complica, vale la ironía, perdiendo así la utilidad y su mera esencia. Si analizamos en detalle, hilando fino, casi con microscopio, podremos encontrarnos con que todas las situaciones son complejas en su cierta medida. La vida resulta complicada, y si tenemos en cuenta que cada decisión que tomamos, por más insignificante que pueda parecer, puede determinar el más grande de los destinos para nosotros y/o los que nos rodean, nos provocaría una sensación de análisis profundo hasta en la más mínima elección.

Y es así como tratando de hablar de lo simple, termine complicando mi discurso. Vale la ironía nuevamente. Pero ahora sí, tratando de ser más simple y concreto, la simpleza no está estrictamente relacionada con su génesis sino más bien con su desenlace. La clave está en ver lo simple dentro de lo complicado. Ver esa ventana cuando no se pueda salir por la puerta, por ejemplo.

Lo simple suele estar relacionado con lo breve, lo que está al alcance de la mano, accesible, fácil y dócil. Suena sencillo, es cierto. Pero, ¿sonaría tan sencillo si te dijera que conviertas una situación complicada, difícil de tratar, desbordante, tediosa e inmanejable a algo simple? No todos poseen el don de transformar las situaciones con naturalidad, viendo esa ventana en cada problema.

martes, 16 de septiembre de 2014

Comportamiento, personalidad y multiplicidad: Parte II

Soy de aquellos convencidos que creen en el cambio constante. El tiempo, las experiencias, las relaciones humanas y nuestras propias elaboraciones mentales asociadas directamente con los sentimientos producen un cambio sutil pero determinante en nuestra perspectiva del mundo, en nuestra mera personalidad.

Llevado a otras palabras, no somos los mismos que tiempo atrás. Podemos verlo como una evolución constante en la cual vamos modificando ciertos comportamientos y conservamos otros. Mejoramos algunas cosas mientras empeoramos otras, tantas quedan simplemente igual. Sin embargo, esto supone una interrogante difícil de contestar: cómo hubiera actuado mi pasado yo ante esta situación; cómo actuaría mi futuro yo ante esta situación. Entramos en el terreno de las hipótesis imaginarias que poco tienen que ver en el plano de lo real y comprobable. Aunque sirve como parámetro para definirnos como seres múltiples a lo largo de nuestra existencia.

Miles de yo que han muerto en el pasado para dar lugar al nuevo ser, el cual inevitablemente culminará en el momento exacto en el que te volves a reinventar, cumpliendo con este procedimiento cíclico e involuntario de tu propia evolución.

Creernos constantes e inalterables sería un error. Somos más bien cambiantes e impredecibles, con rasgos particulares que nos definen los cuales se acentúan o desvanecen con el tiempo.

viernes, 29 de agosto de 2014

No soltar

Puede considerarse un defecto imperdonable o una bendición milagrosa. Aferrarse a las cosas como a la vida misma, no soltarlas casi por instinto hasta las últimas consecuencias. Apasionarse hasta los huesos. Jugarlo el todo por el todo, no resignarlo nada, no aceptar ni un paso atrás. Querer abarcarlo todo, aunque eso mismo implique la nada. Ser bueno en casi todo para terminar siendo especialista en casi nada. Una cruz que cargar, todos cargamos una. Hundirse a tu manera será una opción válida de desvanecerse con altura, o terminará siendo un capricho que te sentenciará a permanecer siempre en el anónimato de la búrbuja de tus intenciones. Pero si es una convicción, desde lo más profundo y remoto de tus sentimientos, al menos vale más que someterme al cambio de tu propia esencia.

martes, 5 de agosto de 2014

Entrelazando desenlaces

Por tanto hemos pasado, padecimos los momentos que pasaron y aquellos que pudieron pasar. Los sufrimos y disfrutamos ambos por igual. 

Quién sabe si incluso, nuestras vidas sean completamente diferentes en realidades alternativas, sintiendo también la carga de lidiar con eso. 

Mi vida y la tuya se alteran constantemente, se bifurcan y disparan hacia otros puntos. Sin predicción, sin certezas. Nos cruzamos mil veces, nos distanciamos mil más. Mientras que el subconsciente elabora distintos escenarios, todos ellos igual de posibles, todos ellos a la misma vez.

Irónicamente, perdí la cronología en el tiempo, entre tantos posibles que no fueron y improbables que ocurrieron, dejé olvidada la constancia de los hechos en algún rincón de la memoria, confundiéndose así con las fantasías y los sueños que alguna vez imaginé. 

Ya no sé que fue real, ni si el fin fue realmente el final. Tantas idas y venidas, tantos tira y afloje. Armamos y desarmamos tantas veces la misma estructura que desgastada de intentar fue cada vez más complicado de aguantar. Fuimos apenas un punto en la línea de nuestras vidas, repetidos y constantes, quizás. 

Sin embargo al disociar, siempre queda la alternativa latente de volvernos a encontrar, pero sobre todo la de no enlazarnos nunca más. Y si el final no es el final, es simplemente un nuevo comienzo por comenzar, internamente quedará la ilusión intacta de que todo pueda pasar.

jueves, 17 de julio de 2014

Llanto de guerra

La humanidad ya sabe del dolor. Entiende, recuerda y llora. Hemos sufrido más de una guerra, de esas que desgarran hasta el alma, rompiendo en pequeños cristales la historia. Las muertes, los destrozos, el dolor y la tragedia, una vez más, envueltas bajo el manto del odio desmedido hacia la vida, la crueldad, la falta de empatía y violencia.

Hay guerras declaradas, formalizadas y públicas. Esas nos indignan, nos sumergen bajo un mar de impotencia. También están muchas otras guerras, silenciosas pero igual de desmedidas y violentas. La sociedad, expresada como ente imaginario la cual conformamos entre todos, se ve dañada ante estos actos sin razón de aquellos que solo buscan dañar, romper y destruir. El mero hecho de destruir por diversión, por vocación. Hasta se podría pensar en personas con una naturaleza en sí maligna, la cual se pudo desarrollar debido a esta violencia generalizada. Quizás simplemente sean malas personas sin más.

Enfrentamientos entre pares, esos mismos que quizás, te pudiste cruzar en la calle. Incluso, hasta pudieron haberse saludado amablemente. Aquel que hoy te extiende su mano para saludarte, en el mañana puede extender su mano para matarte; la ironía de la vida representada en su máxima expresión.

Y nos indignamos con todas las guerras. Sin importar si son guerras formalizadas o desapercibidas. Pero la indignación dura tanto como la brisa del viento en la mano. rápidamente nos olvidamos de todo, lo dejamos pasar. Sin embargo, nos volveremos a indignar en muy poco tiempo, por algo nuevo esta vez.

Mientras que las cicatrices se van acumulando, la pregunta es cuántas más vamos a poder soportar. Habrá un mundo para las próximas generaciones o solo una montaña de escombros con algunos sobrevivientes resignandose a no perder la batalla de resistir. La guerra lo destruye todo, derrumba nuestros logros, quiebra nuestra historia y quema la esperanza. Si nosotros no somos capaces de terminar con la guerra, la guerra acabará terminando con nosotros.